martes, 9 de agosto de 2011

De shopping...

Por supuesto, la gran barrera al estar acá es el idioma. ¡El coreano es dificilísimo! Tienen una pronunciación muy extraña, nasal,  arrastrando algunas vocales, lo que hace que pierdas el tono en el que la persona te estaba hablando. Por ejemplo, es muy difícil identificar si alguien está afirmando algo o haciendo una pregunta.

Gracias a la tecnología, eso sí, hemos podido hacer algunas cosas, usando el coreano. El celular tiene una aplicación con frases simples, de uso diario, estilo “¿dónde está el baño? Y con eso nos hemos podido dar a entender –algo- en el taxi, por ejemplo -Ayer fuimos a un mall y el caballero se reía porque nos escuchaba practicar coreano en el asiento de atrás.

Tratar de comprar es otra historia. Entrar a un mall ya es toda una experiencia. Está todo constantemente repleto. Es muy extraño encontrarse con tiendas con un lujo que no se ve en Santiago, con marcas que ni conocemos y cosas carísimas, impagables y algunos metros más allá hay canastas con poleras horridas, que parecen sacadas de un ‘todo a mil’.
La moda también es súper diferente. Al ser una cultura tan tradicional, pero también moderna, esos estilos se mezclan y el resultado es una cosa media rara. Las mujeres usan vestidos y minis, principalmente. Es verano, claro, y quizá por eso andan más así, pero se nota una femineidad bien grande. Mucha mini y mucho taco. ¡Por Dios que les gustan los zapatos! Parece que todas fueran a algún cóctel o algo así, taco y vestido elegante, hasta para ir a comprar pan. En el mall que fuimos, por ejemplo, hay tres pisos enteros dedicados a las mujeres. Ropa, cremas, joyas, accesorios y por supuesto, zapatos. Cero mi gusto, lamentablemente. Si te gusta el taco alto y el brillo o pedrería, este es el lugar para ti. Mucho dorado, mucha mostacilla y cosas así. Las mujeres jóvenes por lo general usan faldas, tacos y una polera de algodón ancha, estilo Mickey Mouse (no me pregunten por qué). Entre los hombres se puede identificar dos estilos. Uno relajado, con polera, pescador de algodón y calcetines con chala plástica tipo “salida de piscina”; y otro ultra fashion, ridículo para nuestro gusto, con pantalón mega apretado color damasco, por ejemplo, cortito, camisa que parece sacada del closet de la hermana chica, muy loca con colores y diseños extraños, mocasines y cartera, sí, ¡CARTERA! No bolso, car-te-ra…y si es Louis Vuitton mejor. Ese tipo de hombres yo juraría de guata que es gay, pero se les ve con las pololas de la mano, entonces al parecer no lo son…ahí me pierdo un poco. Otra cosa que usan mucho es joyas, hombres y mujeres con anillos, relojes enormes, mujeres con uñas con diseño y así. Hasta niños de cinco años teñidos y con uñas pintadas he visto…


Prueba N°1: los hombres USAN cartera!


Prueba N°2


Si bien las primeras idas al shopping fueron más que todo para mirar y tratar de descifrar qué hacer, hoy tuve mi primer encuentro cercano y fui y lo hice…compré pilchitas para mí, usando la tarjeta de mi marido, falsificando firma y todo, total ¿qué iban a saber ellas si yo me llamaba Cristián o no? Al abrir una cuenta corriente acá voy a tener mi propia tarjeta, pero mientras tanto…¡matanga!

Es divertido comprar acá. Por mucho que ando con el celular con traductor, cuando pregunto un precio y me lo dicen, ¡no tengo idea qué me dijeron! Sib man no significa nada para mí, pero eso es cien mil, cheon es mil y así…puras rarezas que al sumarle el acento coreano pasan a ser como sonidos de otro planeta. ¿Qué hacer entonces? Les pido que me anoten el número en la calculadora. Charán!

El tema del transporte es otra cosa. Con el taxi la cosa es fácil porque uno le muestra el teléfono con la dirección y listo. Todos los autos de acá, pero TODOS, tienen pantallas con GPS y los taxis, además, tienen tele. Por lo que nos hemos dado cuenta, ¡los coreanos son fanáticos de las teleseries! Donde vayas hay una y la gente, pegada viéndola.
Con tanto aparato no sé cómo no chocan más. Entre el pito y la voz del GPS que me imagino les va indicando el camino, más la teleserie, más el celular de ellos, más los pasajeros…uf, increíble. El tráfico es bien atroz. Hay tacos por todas partes. Las calles son anchas y todos los semáforos son como de cuatro tiempos, por lo que si te tocó justo la roja prepárate para achicharrarte antes que puedas cruzar. Por lo mismo, varios se pasan las luces rojas, aunque en general debo decir que se ve todo ordenadito.   

Una de las cosas que nos preguntamos antes de venir era si sería necesario comprar un auto. El transporte público es muy bueno, barato y seguro y la oficina de Cristián queda a sólo dos cuadras, así que por ese lado no habría necesidad, pero con los veinte grados bajo cero que se esperan para el invierno es medio difícil pensar en salir con Cristóbal sin auto. Además, con auto creo que disfrutaríamos más los fines de semana, sin perder tanto tiempo esperando buses.


Cruzando la calle, desde nuestra casa, esto es lo que hay. El café Pascucci es desde donde me conecto


Una vez que tengamos la tarjeta de inmigración que nos permite comprar y contratar servicios creo que compraremos algo barato, que sea fácil de vender al momento de irnos. Lo difícil va a ser sacar licencia para conducir y aprenderse las calles…¡a comprar GPS se ha dicho!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias!