viernes, 23 de septiembre de 2011

Let's get physical

Al lado de mi casa, justo al lado, hay un tremendo gimnasio. Se llama Top Fitnesss y desde que llegué me cierra el ojo…

Hace más de diez años que no había puesto un pié en uno de esos lugares, pero qué mejor oportunidad que esta para comenzar una nueva adicción. Mi secreto deseo era que, gracias a una iluminación divina, mi cuerpo y mente se enamoraran de una rutina deportiva cosa de hacerme dependiente y, por ende, mina, mina. Lamentablemente no creo que me esté funcionando mucho.

El gimnasio es enorme, súper moderno, con muchas máquinas nuevas, teles, salones para spinning, yoga y esas cosas, y baños con camarines tremendos. Me di una vuelta loca, haciéndome la que sabía lo que estaba haciendo, y me inscribí por tres meses. Suficiente tiempo como para “enamorarme”, pero no demasiado como para perder plata como loca en caso que mi nueva relación no se diera como esperaba.

El primer día te dan una tarjetita y hacen una evaluación. En mi caso no tenía mucho sentido porque no les entiendo ni una cuestión a los entrenadores, pero al menos vería mi triste realidad en números. Y ‘oh my God’ que fue triste. Cincuenta y nueve kilos. ¡Cincuenta y nueve! ¡Eso pesaba cuando tenía casi cinco meses de embarazo!

El profesor que me evaluó no hablaba ni una palabra de inglés, pero tratando de explicarme el resultado de la medición –te paras en una maquinita con las piernas y brazos abiertos y te hacen una especie de scanner con todo tipo de índices- logró decirme una frase para el bronce “you: no muscle” y después una segunda revelación, “you: too much fat”. ¡Fantástico!

Con el ego por el suelo cumplí con todo lo que este joven me dio como tarea para el día: unas flexiones de piernas del terror, otros ejercicios de máquinas y cuarenta minutos de caminata rápida. Después de esa seudo-masacre llegué a mi casa arrastrándome, con las piernas tiritonas, sintiendo cada una de esas células adiposas de más. Pero al otro día estaba de vuelta.

Entré a una clase de yoga esta vez. ¡Qué espanto! ¡No puedo hacer nada! Soy hiperlaxa y por ende debiera ser ultra flexible, pero me sentí embalsamada. Realmente pasan la cuenta los años y la falta de movimiento. Al menos lo pasé bien esta vez, incluyendo la caída que me pegué tratando de mantener el equilibrio en una pierna. Después de esa clase entré por primera vez al camarín.

No puedo expresar mi sorpresa. La cuestión era enorme, doscientos lockers, espejos y pesas por doquier, pero lejos lo más impactante es que habían unas cuarenta mujeres adentro, piluchas de pié a cabeza, conversando, pintándose, secándose el pelo, así…como si nada. ¡Cero pudor! ¡¿No les gustan las toallas tampoco qe nadie las usa?!

Algunas estaban medio vestidas, pero no la parte obvia que uno primero se tapa, no. Ellas estaban a ‘poto pelao’, pero con una bella blusa y pelo perfectamente peinado. ¡Nadie puede! Como yo soy yo lo primero que noté fue que, si bien son extremadamente preocupadas por la higiene y la apariencia, al parecer no pasa lo mismo con la depilación. O sea…NI AHÍ CON LA DEPILACIÓN. Y a nadie parece importarle.

Una extraña sensación entre rabia por tener que estar mirando potos ajenos que no quería mirar, vergüenza y una necesidad imperiosa de sacar fotos se adueñaron de mi. ¡Necesitaba mostrarle eso al mundo para que se rieran y sorprendieran conmigo! De verdad estuve a un segundo de sacar el celular para inmortalizar la imagen, pero al final me arrepentí. Quizá las piluchas se dan cuenta y me atacan todas juntas con su humedad, pelos y rollos de por medio…no, mejor no.

Si bien la primera impresión fue grande, NADA me preparó para lo que vi después.

Al llegar al gimnasio te pasan una pulsera con un número que tiene una especie de imán que abre el locker. Un día ‘x’ me tocó uno de los primeros y eso me dejó al lado de los espejos y lavamanos. Y ahí, pasando casi desapercibida, figuraba una puerta enorme de vidrio que no había visto antes. Detrás de ella una sala gigantesca con duchas y dos enormes jacuzzis. Y cuando digo enormes me refiero a que caben unas cuarenta o cincuenta personas en cada uno, fácil.

Vapor por doquier saliendo de maquinitas en cada esquina de la habitación y decenas de mujeres de todas las edades bañándose juntas, piluchitas, en esos jacuzzis. Otra decena –por lo bajo- se duchaba mientras tanto. Me imagino que para los hombres la escena podría parecer casi erótica, pero para nada. Se tratan como madres e hijas, con una naturalidad tremenda, mientras lo único que cruza mi mente es: “¡qué asco esa agua!” Diez mil potos transpirados juntos al mismo tiempo…¡guáchila!

La ducha no es mucho mejor en todo caso. No se trata de las duchas que nosotros conocemos, individuales, con cortinas y altas cosa de bañarse paradas. No, acá el agua sale a la altura de la cadera, entonces las mujeres se sientan en unas banquitas plásticas enanas, mirando el chorro, con las piernas bien abiertas -cosa que el chorrito caiga donde tiene que caer-  mientras con unos jarritos juntan agua y se la van tirando para enjugarse la espalda. P-L-O-P.

Después de ese nivel de intimidad no íntima, echarse crema, secarse el pelo y conversar sin ropa no parece nada del otro mundo.
Las primeras veces que me tocó presenciar esta escena me quise desmayar, pero al pasar los días me fui acostumbrando y al menos ya no me dan ganas de salir corriendo.

Mientras ellas son los bichos raros para mí en el camarín, yo claramente soy de Marte cuando estamos en las máquinas. Si bien esto es un gimnasio, no es como los que uno ve en Chile. Se ve igual, pero al entrar te confundes con la consulta de un dentista. La música es LO fome, despacio y sin ni medio ritmo y todo es pulcro e inmaculado. Nadie conversa, nadie hace ruidos de esfuerzo físico, ni nada. Foooommmeeeee. ¿Cómo cresta iba yo a mantenerme motivada para ir entonces? ¡Gracias al Ipod!...y al reggetón, por supuesto.

Nadie que me conoce se sorprenderá del hecho que me carga hacer deporte. De hecho siempre he dicho que si me quieren castigar hay que ponerme a correr y listo, pero como no tengo muchas opciones acá –porque no entiendo ni una cuestión- la trotadora pareció una opción “amigable” ante tanta rareza. Partí ‘piolita’, caminando a un ritmo digno que me acelerara la cuchara, pero que no me infartara a los cinco minutos y, mientras encontraba ese punto medio, busqué música que me alegrara la estadía. ¡Gracias DJ Méndez, gracias Daddy Yankee!

Sólo por ellos logré agarrar un ritmo y entretenerme mientras tanto. Como me encanta la música, me encanta bailar y sobre todo me encanta cantar, al principio me tenía que concentrar para no ponerme a cantar en voz alta…pero eso fue sólo al principio. Después de unos días pensé “¡mala cuea!” Total qué me importaba lo que opinen. La mayoría del tiempo me observan igual, aunque esté calladita, así que filo. Ahora pongo la música a todo lo que da –quedo casi sorda- y troto feliz de la vida, cantando cuando quiero y callándome también. No es que quiera hacer el loco deliberadamente, sólo que decidí no frenarme a mí misma. Voy a DISFRUTAR esa horita que me regalo y que es EL momento en el que soy yo de verdad, estando en público. Ahora gozo con Elvis Crespo y puras chulerías que hacen que se me muevan las caderas mientras intento trotar (jajaja)

Como acá son todos tan serios nadie se me ha acercado a decirme nada, pero se me instalan gallas al lado, haciéndose las locas, y apuesto que es sólo para escucharme cantar/jadear. Debo ser un espectáculo desde atrás –siempre pienso eso- porque me muevo entera, canto, cambio el ritmo del trote o caminata dependiendo de la canción, etc. Eso ya es llamativo, a lo que se le suma el hecho que transpiro como chancho en matadero. O sea soy un estropajo al ritmo de la salsa.

Al final empecé a pasarlo bien y ahora me quedo feliz. Incluso conocí a una coreana bien amorosa que me tradujo el horario de las clases grupales y salimos a almorzar y todo.

Vamos avanzando, pero aún no me pidan que me duche con ellas…eso sí que no.

1 comentario:

  1. Buena historia, me lo imaginaba mientras leía ja!
    Morí con el "you no muscle" ja!!!
    Buena Historia, tambien me gusto la del concierto.
    Seguiré leyendo tus Historias ja
    Saludos desde Chile, un beso ;)
    Aaaa y soy @mauriciocero schiau

    ResponderEliminar

Gracias!