Hace tiempo no escribía, pero quise volver un poco atrás y contar cómo fue la celebración de las fiestas de fin de año acá en Corea. Como la idea es que esto funcione como diario de vida de la experiencia, no podía dejar de registrar esas importantes fechas.
Siempre supimos que la Navidad iba a ser muy piolita, los tres solos en la casa, con algo rico de comida y regalitos para el Toti, así que con esa mentalidad partimos a comprar árbol, uno que otro adorno y cosas para comer.
Mi idea era preparar algo simple, sin complicaciones, pero como estoy casada con mi marido eso no fue así. A Cristián se le puso en la cabeza que quería comer pavo, por lo que cada vez que salíamos durante diciembre buscábamos la famosa ave que nunca apareció. En Corea NO hay pavo, ni entero, ni trozado, ni congelado…ni siquiera jamón se puede encontrar. Bueno, carne entonces. Elegir carne acá es súper difícil. Como los coreanos tienen distintas formas de cocinarla, los cortes son totalmente diferentes, irreconocibles, así que jamás compro…a no ser que sea carne molida australiana (sigo con un mini susto que metan a un cachupín a la moledora) y si queremos el típico steak vamos a un restaurant americano y listo…sin riesgos.
En el tercer supermercado que vimos encontramos lo que buscábamos. Unos pedacitos que se veían buenos, aunque enanos. Con la ayuda del lenguaje de señas, traductor del celular y un útil dibujito de vaca pudimos cerciorarnos que fuera filete. Yeiii. Buenísimo…hasta que supimos que costaba $70.000 el kilo. “Gracias, te llamamos”.
Como el tema de la carne es por esencia un asunto de Cristián le dije que él se encargara de comprar esa parte de la comida y que yo me vería el resto.
Ya que esta iba a ser una Navidad un poquito fome decidí que le daría el toque “dueña de casa” con el postre. Nada de cosas compradas, me iba a arriesgar e iba a hacer mi primer cheescake. Receta sacada de internet y listo. Eso más unas papas a la crema, ensalada y el pedazo de animal que mi maridito eligiera y estábamos.
Quedó exquisito!
Un par de días antes de Noche Buena Cristóbal se empezó a sentir mal. Con él en la casa era imposible comprarle algo a Cristián, pero me moría de pena que no abriera ni un regalito. ¿Qué hacer? Como a veces es mejor tener amigos que plata le comenté mi triste historia a mi amigui coreana, Eugene y ella, amorosa y servicial como es, partió con su marido y le compró a Cristián un reloj que yo había elegido mirando en internet. La loca me mandaba fotos por celular de la muñeca de su marido usando el reloj para que yo diera mi visto bueno final. Se pasó de tierna. Listo, regalo de marisco: check!
Lo único que faltaba ahora era la esperada Blanca Navidad. Hacía un frío yeguo, pero de nieve nada de nada. ¡Pucha cai! LA cosa buena que tenía el pasar las fiestas congelándonos. Al final parece que las plegarias fueron escuchadas y, cual milagro navideño, JUSTO el 24 nevó por primera vez desde que llegamos. Nos abrigamos como oso y salimos a mostrarle la nieve al Toti.
Tratando de encontrarle el gustito a la cuestión
Es divertido como uno como papá a veces se hace tantas expectativas tontas que lo único que hacen es desilusionarte después…Obvio yo pensaba que Cristóbal iba a correr feliz, a tirarse a hacer angelitos en el suelo y a jugar chocho tirándonos bolitas de nieve. Amorosa e inocente yo. Durante la primera media hora no quiso ni que lo bajáramos de los brazos. Le daba nervio la consistencia, estaba incómodo con tanta ropa y lo único que hizo fue quejarse y lloriquear. Yo, tratando que no se me notaran las ganas de subir y mandar todo a la chachu, jugaba sola tratando de llamar su atención, mientras que Cristián le tiraba nieve que le caía en la cara y lo hacía llorar. Ayyy, ¡¡caos!! No sé cómo al final se empezó a relajar y “algo” jugó. De vuelta en la casa me empecé a sentir mal yo y jodí. Me enfermé heavy. Sintiéndome como el real ass hice lo que había que hacer tratando de mantener una cara y ánimo decentes.
Después del nevado fiasco Cristián salió a comprar y volvió con cara de felicidad. En un lugar donde venden comida gourmet encontró el nunca bien ponderado pavo. Una tremenda cuestión de 7 kilos que ya estaba relleno, pero que venía congelado hasta la médula. La gracia había costado las mismas 70 lucas que el filete, pero al menos podríamos pasar el invierno comiendo de ahí si queríamos porque era enorme. Al principio tratamos de descongelarlo poniéndolo al sol, pero los -10 grados jugaban en nuestra contra, después pensamos en trozarlo, pero estaba tan duro que habría que haber tenido una sierra eléctrica. Finalmente Cristián sacó el plato del microondas y, no sé cómo, lo hizo caber. Dos horas se demoró la gracia.
OK, y ahora, ¿cómo se cocina esto?, ¿y dónde? Acá no se usan los hornos, así que lo único que tenemos es un mini hornito eléctrico. Nada que hacer, al mini horno no más. Como yo estaba con dolor de cabeza y frustrada por el día en general, ni pesqué el tema del pavo. La verdad me daba lata que Cristián hubiera sido tan cuático con el tema de la comida. ¿Por qué no comer una pasta rica, o cualquier otra cosa?, hasta me ofrecí a hacer ñoquis caseros, ¿por qué tenía que ser pavo? No teníamos las condiciones para cocinarlo y tampoco el tiempo, pero bueno…ya estaba comprado y aunque le hubiera hecho una intervention él no iba a cambiar de opinión.
Cachando mi ánimo –supongo- mi marido decidió no preguntarme ni pedirme nada y solito averiguó por internet tiempos de cocción, etc. y metió el pavo al horno. De verdad no sé cómo lo hizo, sólo me acuerdo entre carcajadas como literalmente agarraba las piernas del ave y se las abría y empujaba con todo el peso de su cuerpo para que la puerta del horno cerrara. En ese sentido sirve que sea porfiado, porque la cuestión cerró.
Una bandeja de horno pegada al fondo y un par de servilletas incendiadas después, pudimos sentarnos a comer. Al final no me puedo quejar porque el pavo quedó exquisito y todo salió bien. Cristóbal disfrutó abriendo y analizando cada regalo y a Cristián le encantó su reloj. Además, seguimos como con 4 kilos de pavo en el congelador…¿qué más puedo pedir?
El triunfo del hombre sobre la bestia