domingo, 16 de octubre de 2011

La triste realidad

Uno o dos meses antes de irme de Chile noté un cambio en mí. Misteriosamente varios de mis pantalones decidieron achicarse al mismo tiempo y las cámaras hicieron un complot para hacer que me viera patética en cada foto que me tomaban. Como es lógico me hice la loca, pero al llegar a Corea y encontrarme con espantosas temperaturas veraniegas no me quedó otra que hacerme cargo y reconocerlo…¡estoy gorda!

En general mi cuerpo no varía mucho de peso. Creo. La verdad es que jamás me peso, pero me imagino que subo un par de kilitos más en invierno y los bajo, sin esfuerzo de mi parte, durante el verano. Jamás he sido de esas flacas envidiadas ni mucho menos, pero sí tenía la suerte de comer TODO lo que quería –literalmente- sin culpa. Mis amigas me decían barril sin fondo y mi papá bromeaba con que yo comía como camionero.

Hace dos años fui mamá, pero no le puedo echar la culpa al embarazo. Después de que nació Cristóbal me demoré sólo ocho días en volver a mi peso y todo gracias a mi súper mega ultra potente leche que, según la pediatra, era más bien leche condensada. Full grasa traspasada a mi hijo…una liposucción gratis que duró siete meses. ¡Maravilloso! Pero lamentablemente todo cambió con la llegada de los malditos treinta.

Llegamos acá a fines de julio, época peak del invierno chileno, con un envidiable color verde palta y no sólo un par de kilitos de más. CINCO KILOTES EXTRA que quedaron en evidencia en la evaluación del gimnasio y que me tienen en el peor momento –físicamente hablando- de mi historia. ¡Por Dios que se notan cinco kilos! ¿Y ahora, quién podrá ayudarme? No tengo idea cómo se hace una dieta, jamás he intentado limitar lo que como y la verdad es que la sola idea me parece una tortura. Nooooo!!!

No fumo y jamás tomo alcohol, por lo que comer es mi único vicio. ¿Tendré que privarme del pan con mantequilla, las donas, los postres, tallarines, crema, etc.? ¡Sufro con sólo pensarlo!…Y como me conozco opté por incrementar la actividad física más que restringir las calorías. Así me doy a mí misma algo que hacer mientras recupero, en lo posible, algo de mi cuerpo juvenil.

Llevo casi dos meses yendo tres veces a la semana al gimnasio. Troto y hago yoga, nada más, porque odio las máquinas y porque no estoy dispuesta a hacer step con la música que ponen ni a caer muerta sobre una fría baldosa debido a una clase de spinning…no, aún me falta mucho para eso.  Los resultados hasta ahora son…NULOS. No me he pesado ni nada, pero la ropa me queda igual de apretada y me sigo viendo patética en las fotos. Brazos que parecen piernas, poto que parece un hermano siamés no desarrollado y cara con los cachetes más gordos que Cristóbal. ¡¿Qué onda?! ¿Deberé seguir culpando a la persona que toma la foto o qué? No tengo idea cuánto uno debiera demorarse en ver resultados, pero claramente es más de lo que pensé. Yo me imaginaba que a esta altura habría bajado un par de kilitos al menos, pero na’ ni na’.

No me queda otra más que empezar a cerrar la boquita, pero es que es tan difícillll!! Acá salimos a comer todos los fines de semana, almuerzo y comida, y obvio que no me voy a pedir una ensalada, poh!. Durante la semana comemos bien normal, comida típica que no debiera ser la causante de mi morbidez, así que culpo a los restaurantes de tenedor libre que en Corea son buenísimos y baratos, a la repostería maravillosa que tienen, a Baskin Robbins (una heladería de-li-cio-sa) y a los mockaccinos que me tomo cuando salimos a pasear…pero sobre todo CULPO A LA MALDITA DE MI EX NANA, que me daba “tecito” cuando llegaba de la pega –tipo cinco de la tarde- que incluía marraqueta con mantequilla y palta y la infaltable sopaipilla con mermelada. ¡y a las ocho estaba comiendo tallarines con salsa!. ¡La odio! ¿Cómo no me di cuenta que la tontona me tenía en plan de engorda? Claramente me detestaba y tenía un plan para deshacerse de mí, lentamente, mordisco a mordisco.

Una duda constante que tenemos con Cristián es cómo cresta lo hacen los coreanos para ser tan flacos. Todos son escuálidos y eso que su comida es bien grasienta, con mucha fritura, mucho tocino y supermercados atiborrados de comida chatarra. Debe ser la raza, creo yo…o el estrés…

Bueno, ahora nada que hacer. Obligada a cerrar el ‘hoci’ y a seguir yendo al templo de la piluchez. Menos mal que acá ya está haciendo frío así que nadie más que yo debe ver mi fofedad ni cúmulos adiposos.  Espero que para cuando haya que empezar a sacarse la ropita de nuevo haya logrado algún cambio que me permita, al menos, no ser la más gorda del condominio. A esta altura con eso me conformo.

Hay dos cosas que me suben el ánimo, eso sí. Una es que al menos tengo la nariz respingada y los ojos gigantes, por lo que acá soy la envidia de todo el mundo; y la otra es que cuando volvamos a Chile será invierno nuevamente así que si no bajo ni medio gramo al menos tendré un par de meses para seguir ocultando mi triste realidad.

viernes, 14 de octubre de 2011

Educación, cacerolazos, niños, vida...

Cuando me meto al computador a ver los diarios de Chile lo único que veo es “Camila Vallejo…”. Al venirme a Corea Camila Vallejo ni existía en el mapa, pero ahora, a menos de tres meses, me entero que tiene su propia aplicación para Smartphone, que está en París, que pololea, que le dio alergia una molotov y que incluso la están postulando como candidata presidencial.

La verdad es que, a pesar de ser periodista, leo poco y nada acerca de actualidad. Sé que son temas importantes y que muchas veces marcan lo que somos como personas y sociedad, pero ME DA LATAAAAA. Encuentro tan re fome escuchar y leer una y otra vez el mismo baile entre los “fachos” y los “comunachos”, que los derechos del pueblo, que los subversivos, etc. Sorry, pero de verdad me supera. Me enferma saber que miles de millones se están desperdiciando porque resulta que cada fin de semana hay que arreglar destrozos. Me da pena pensar en las personas de esfuerzo que ven como les destruyen sus kioscos, autos, plazas…como si fueran tan fáciles de recuperar. Y lo peor de todo es que los ‘vaca’ que hacen esas cosas se camuflan entre verdaderos ciudadanos con una legítima demanda: educación de calidad.

Al menos a mí, toda la parafernalia e incesante tratamiento de esos temas en los medios me transforma en una preocupada, pero impávida espectadora.

Debido a la misma actualidad nacional hace un par de semanas Fernando Paulsen twitteó un link en el que se hablaba de Corea del Sur como ejemplo de sistema educativo. El artículo mostraba impresionantes resultados de los estudiantes coreanos, explicaba que el profesor era un profesional altamente valorado que recibía como sueldo promedio cinco veces más que uno en Chile, daba luces de cada paso que había dado el Estado para lograr, en menos de treinta años, pasar de una realidad como la de la actual Bolivia a la de un país desarrollado. También se detallaba el riguroso plan de este país para continuar mejorando.

Quedé chocha. Toda la idea que yo me había hecho de lo perfeccionista y trabajadores que son los coreanos tomaba aún más fuerza al leer estos datos. A la primera oportunidad que tuve comenté el artículo con una amiga de acá, subrayándole el hecho que estaban siendo considerados como un ejemplo para nuestro país, pero parece que es cierto eso que dicen que el pasto de al lado es siempre más verde.

De partida olvídense de gratuidad o equidad. Acá la educación se paga y es cara. Muy cara. Con cifras impensadas para nuestra realidad chilena. Al igual que allá, en Corea existe educación gratis, garantizada, pero eso no quiere decir que sea buena.

Coincidentemente todas las amigas que me he hecho –que no se conocen entre ellas, by the way- encontraron bastante increíble que se mencione a Corea como un ejemplo en educación. Efectivamente están conscientes que hay colegios y universidades excelentes, pero concuerdan en que para que sus hijos puedan acceder a ellas hay que prepararse desde ya para pagar el precio.

Está claro que Corea ha crecido muchísimo. En sólo un par de décadas ha logrado lo que otros países sólo sueñan. Como he dicho antes, el lugar es un ejemplo de orden, limpieza y seguridad, pero como en todo hay un costo implicado que muchas veces pasa desapercibido entre nosotros, los “admiradores” del modelo.

Férrea competencia, presión ejercida desde todos los ángulos –colegio, casa, sociedad, amigos, etc.- es el día a día de un joven coreano. El país es chico y hay, literalmente, millones de otros como tú que pueden hacer lo mismo que tú, incluso mejor que tú, si es que no te esfuerzas por sobresalir.

Un niño coreano pasa –según mis amigas al menos- un promedio de once horas diarias estudiando. El colegio dura hasta las tres de la tarde, pero después deben ir al instituto de inglés, luego al de matemáticas y para terminar el día, al de música. Además, la mayoría de los colegios ofrece clases de reforzamiento los sábados, e incluso algunos hacen las pruebas durante los fines de semana para así no perder “hora/clase” en la semana. Salir un sábado a la hora de almuerzo es sinónimo de encontrarse con cientos de niños (adolescentes sobre todo) con uniforme, saliendo o entrando a clases.

Sábado al medio día...

Esta realidad es tan así, tan dura, que una amiga y su marido ya decidieron que no estaban dispuestos a someter a sus hijos –niñito de 2 años y guagua de 8 meses- a esa vida. Planean trabajar y ahorrar durante los próximos cinco años para así poder ir y radicarse en Canadá hasta que la menor termine el colegio. Ahí cada niño podrá decidir si se queda allá o si vuelve a Corea con sus papás. Impactante, ¿verdad?

Cuando me comentó su plan, lo primero que atiné fue a preguntar: “¿y por qué no quedarse acá y sencillamente no entrar al círculo de presión?” La respuesta fue sencilla: “porque si mis hijos no son parte de ese mundo, sencillamente no existirán. No hay vida social para los niños que no sea creada en los institutos post colegio. Nunca van a poder invitar a un amigo a la casa, porque sus amigos tendrán clases, nunca serán invitados tampoco…ni siquiera los fines de semana”. PLOP

La gente que me rodea no es rica ni pobre. Por lo general son familias con ambos padres profesionales, pero sólo un ingreso, ya que la mamá se encarga de la casa.

Otra amiga que vive en el mismo edificio que yo -cuyo marido es ingeniero de Samsung- esta aterrada de pensar que su hijo deberá ir al colegio en un par de años. Me decía que la plata les alcanza justo. Por supuesto el sueldo del marido no es malo, más bien bueno, pero sólo en pagar el dividendo se gastan la mitad. Las casas acá son carísimas. De hecho el departamento en el que estamos nosotros, que es muy cómodo, pero ninguna maravilla, cuesta unos US$400.000 ¡CASI MEDIO MILLÓN DE DÓLARES! …y eso que estamos en Suwon, una ciudad mucho más barata que Seúl. Con el otro 50% pagan todo lo demás, pero igual no pueden enviar a su único hijo  –de dos años- al jardín. Ese gasto se lo preferían ahorrar por ahora.

Una conocida del gimnasio con la que he salido a almorzar un par de veces me decía que la presión es enorme. Ella tiene dos hijas, de 12 y 10 años, las que según ella se quejan constantemente porque encuentran que les exigen demasiado.

Conversar con esta niña (que no es tan niña) ha sido bien impactante. Hasta ahora se ha mandado varios comentarios que me han parecido fuertes y sinceros, verdaderas muestras de la sociedad coreana. Uno de esos fue que cuando sus hijas se quejan porque ella les exige mucho ella siente que es ella la presionada, por ser una mamá perfecta, por tener hijas perfectas, etc. Literalmente me dijo que estaba “al límite” y que a veces sentía ganas de saltar a un precipicio…esa onda. Otra cosa que me impactó fue que me mencionó que durante los últimos dos años no ha visto mucho a sus hijas. Yo me imaginé que ella había vuelto a trabajar o algo así, pero la razón era otra: las niñas estaban muy ocupadas. PLOP. Pero sin duda lo que más me impresionó fue que me dijo -muy tranquilamente- que últimamente se ha comenzado a cuestionar su visión frente al futuro de sus hijas. Según ella durante sus primeros años como mamá su única preocupación era hacer bien todo lo que estuviera en sus manos para que a las niñas les fuera bien, que estudiaran una buena carrera, en una buena universidad y que consiguieran un buen trabajo. Me confesó que jamás se le pasó por la cabeza que la idea era que fueran felices primero. JAMÁS LO PENSÓ. Ella sentía que su deber era prepararlas para el mundo laboral, pero ahora que las niñas están entrando a la adolescencia y se estaban rebelando un poco se daba cuenta que debió haber sido más cariñosa, más cercana a sus sentimientos… lamentablemente también cree que ya es tarde para cambiar.

Actualmente el 70% de los jóvenes coreanos llega a la educación superior. La valoración por las carreras profesionales es tan grande que realmente no me imagino qué va a pasar en un par de décadas más. ¿Tendrán médicos lavando autos, dentistas arreglando refrigeradores o algo así? Hay limitados puestos de trabajo para limitada cantidad de profesionales y lamentablemente nadie quiere estar en la mitad de la pirámide.
Corea tiene excelentes indicadores, cifras que muestran éxito, logro y bastante más igualdad que la que tenemos nosotros, pero me da la impresión que hay un factor importante que esos balances no muestran...la satisfacción y felicidad de su gente.

De verdad que me alegro de no estar en los pantalones de quienes tienen que tomar decisiones tan importantes como qué hacemos con la educación en el país. Hay tantísimos factores que analizar y sopesar, y todos ellos son presentados por personas que ven las cosas bajo su propio prisma, con sus propias experiencias y valores. Ufff, me muero.

Termino de escribir esto con una sensación de tristeza. No sé qué pasará en Chile, no sé qué quiero que pase, no me atrevo ni siquiera a opinar porque, como dije, sé poco y nada como para hacerlo, pero si sé que quiero justicia, quiero que la gente sienta que tiene posibilidades de surgir y quiero vivir en un país en paz, que mira al futuro, aprendiendo del pasado.

Dios quiera que todo se solucione pronto. Que los alumnos dejen de perder clases y que se termine esta separación tan grande en Chile que se siente hasta en el otro lado del mundo.

…igual no sería malo volver y no tener que preocuparme de pagarle el colegio a Cristóbal.
Si quieren leer el artículo que twitteó Paulsen, aquí está el link http://elpost.cl/content/aprender-de-corea-del-sur