sábado, 8 de febrero de 2014

El fin de la aventura


Primero que todo, nadie puede estar escribiendo la última entrada de este blog en este minuto de la vida. Se supone que la idea era ir contando en tiempo real mis aventuras y desventuras, pero el desenlace de esta historia llega a ustedes nada más y nada menos que 18 meses tarde –sí, ya es febrero de 2014! - así que intentaré sumergirme en lo poco y nada de cerebro útil que me queda y recordar cómo fue la vuelta a casa. En una de esas mi cabeshita loca me juega una mala pasada y me invento cosas que nunca pasaron –no sería la primera vez-, pero pueden tener la certeza que, si pasa, va a haber sido sin querer. PeLdón, heLmanos.

Bueno, como en Corea están al verre que nosotros, un tiempo antes de volver el colegio donde trabajaba salió de vacaciones de verano y, como volvían a clases cuando yo ya no estuviera, se me acabó la pega y pude dedicarme a organizar el retorno a Chile full time nuevamente.

La verdad es que “organizar” suena a como que yo hice mucho cuando no hice nada, así que seré sincera y diré que dediqué las últimas semanas a volver a vegetar.

Thank God la empresa de Cristián se encargaba de todo el embalaje y demases –incluído el arriendo del apart hotel que nos acogería durante las primeras semanas de vuelta en Santiago, dándonos tiempo así de re armar nuestra casa-, lo que significó que mi responsabilidad se limitó a seleccionar lo que valía la pena traerse y lo que no. Quienes me conocen en 3D sabrán que eso en mi caso fue esperar, esperar, estresarme pensando en lo que tenía que hacer, seguir esperando y colapsar dos días antes de subirnos al avión. Y así fue. Mi vida continuó como había sido y, literalmente, 36 horas antes de abordar llegaron unos tipos a embalar y yo con señas y cosas les decía qué dejar afuera…decisión que iba tomando a medida que tomaban algo y me miraban con cara de duda.

Fue tal mi dejación que hice que ellos mismos sacaran la ropa de los closets y la metieran, con ganchos y todo, en cajas que ni idea tenía cuándo llegarían a Chile. En fin, soy un desastre y no intento ocultarlo. De lo único que sí me preocupé fue de separar algunas pilchas que nos sirvieran para el que iba a ser nuestro “plan de retorno”, que era lejos lo que más me entusiasmaba: París y Londres  –con Juegos Olímpicos incluidos. ¡Una maravilla! Tuve que tener cuidado, eso sí, con no llevar mucha cosa porque no estaba dispuesta a acarrear millones de maletas por tres continentes nuevamente. (Diríjase a los primeros post de este blog y sufra con mi desgracia cuando nos fuimos a Corea)

En ese momento en Corea era full verano, con 35 grados y una humedad del mismísimo infierno; en Europa iba a ser verano igual, pero con temperaturas templadas y lluvias incluidas y Chile iba a estar en todo lo que es invierno. Chesuma…

Bueno, desenrollada como soy decidí llevar 1 maleta de invierno para los tres, 1 con ropa de media estación y un bolso de mano. Sería. Con las cosas de la casa que no me iba a traer la solución fue fácil también. Aló, Eugeneee!...mi amigui coreana aceptó feliz todo lo que le pasé, desde la cama, veladores de Cristóbal y el colchón millonario que compramos para nosotros, hasta el resto de detergente, escobas y mercadería que me quedaba.

Otra cosa que atiné fue a pasarle una cámara a las profes de Cristóbal para que lo grabaran y le sacaran fotos en el jardín y así tener recuerdos reales de su estadía allá. ¡Se mueren lo lindo! Lo filmaron comiendo, cantando canciones, lavándose las manos…cosas que no tienen ninguna gracia en verdad, excepto que lo hacía todo siguiendo instrucciones en coreano y eso me derretía. Varias mamás apoderadas al parecer cachaban el que iba a ser su último día de clases y amorosamente le mandaron regalos y el jardín mismo le dio una tenida y una foto con su song sen nim (profesora) y compañeros de sala…bello.
Cristóbal y su curso

A todo esto, se me fue mencionar que la gente que conocimos allá se portó súuuper bien con nosotros y se preocupó harto de despedirnos y hacernos sentir queridos.

Los compañeros de pega de Cris nos hicieron una junta llena de extranjeros de la empresa que estuvo súper chora (mi amigui se quedó cuidando al Toti para que yo pudiera ir) y mis amigas coreanas, cada una, hizo algo especial para “cerrar el ciclo”…muy amorosas.

La Michelle, mi amiga mamá del jardín, me invitó a almorzar a su casa y me preparó una comida tradicional exquisita –que ahora cero posibilidad de acordarme del nombre- y la noche antes de partir fue a mi casa de sorpresa para el último abrazo. Mi amiga del gimnasio, la knowledge freak, me invitó a un día de cultura –sé que están pensando que conociéndome se cayó con la invitación, pero la verdad es que estuvo súper choro y se lo agradezco harto. La salida incluyó templos, dos museos, almuerzo en una especie de cocinería coreana y una feria libre. Y mi amiga máxima y vecina, la Eugene, hizo tantas cosas que me da hasta nervios acordarme: me invitó a almuerzos, me llevó a un mall para que nos sacáramos unas fotos que son típicas de amigas allá (que tierna…como si tuviéramos  13 años), le regaló un traje tradicional a Cristóbal precioso y lloró, sin mentir, por lo menos 10 veces durante las últimas dos semanas que estuve allá. Un amor ella.
La Eugene!

Finalmente los gallos embalaron mi casa en 2 horas y ya estaba…La que había sido nuestra vida, por los últimos 12 meses se resumía ahora en algunas pocas cajas. Pena, eso sentí.

El día mismo de la partida obvio vino la Eugene y su marido a despedirse y nos fuimos.

Uy, no sé cómo explicar la sensación. Estaba contenta de que todo estaba saliendo bien, de que se nos venían unas vacaciones exquisitas y que por fin íbamos a estar de vuelta en Chile para partir otra etapa de nuestra vida, pero al mismo tiempo me invadió una tristeza y nostalgia onda. Es heavy despedirte de un lugar que sabes, con 100% de certeza, que NUNCA volverás a ver. ¿Quién va a Corea porque sí? Nadie, poh.

En resumen puedo decir que fue un año increíble, lleno de miles de experiencias y cosas que jamás imaginé podría vivir y estoy, sin duda, agradecida hasta las masas de todo lo que nos pasó. Nos sirvió N para unirnos, disfrutamos a Cristóbal de una manera que acá jamás hubiéramos podido y, sin exagerar, nos abrió un mundo.
…todavía no puedo creer que ya pasó…

¡Gracias, Corea! Hasta siempre :')

Pd: es tanto lo que me demoré en escribir esto que ya hasta hay un integrante nuevo en la familia. Les presento a Matías!

Los Darré Rossi
Enero 2014

martes, 19 de junio de 2012

No soy yo, es mi gemela mala


Este año ha sido intenso, está claro. Gracias a todo lo que hemos pasado siento que he logrado conocerme más y que incluso he madurado un poco. Muchas cosas han pasado y siento que me pude adaptar a la mayoría de los cambios en una forma súper sana…eso, hasta hace un tiempo.

Todo iba bien y, de repente, de un día para el otro, Cristián me dice que tiene que ir de nuevo a Chile. La Pía Rossi que conocemos se va al suelo y emerge desde las cenizas una versión 2.0 con una fuerza incontenible: ¡furia, furia de la más honda!

No sé cómo explicar lo que me pasó. Todos los meses de ver el vaso medio lleno y de repetirle al mundo y a mí misma que el estar acá era bueno me colapsaron. El sólo hecho de imaginarme sola otra vez por no sé cuántos días más mientras Cristián lo pasaba increíble allá hizo que surgiera lo peor de mí. Y no estoy exagerando.

Lo primero fue, obviamente, enfurecerme con Cristián y cuestionarle qué tan necesario era que fuera, ladrándole en vez de hablar, pero nada que hacer. La cosa ya estaba hecha y los pasajes comprados. Al final fueron diez días de tortura.

Quizás crean que soy una tierna al calificar como tortura estar sin mi marido, pero no. No es de amorosa. La verdad es que era tanta mi pica que ni siquiera lo eché de menos. Llegué a lo más bajo que he llegado y anduve pateando la perra todo el tiempo, enojada con el mundo, con el Toti y conmigo misma por cada cosa que hacía o no hacía. Todo me daba rabia, andaba desganada y enojona a morir. ¡Ni yo me aguantaba!

Se me caía una cuchara y era un suplicio no recogerla y tirarla con ira contra una ventana, alguien me decía algo y me daban ganas de escupirle la cara…a ese nivel. Cristóbal tuvo que convivir con una loca de patio que lo retaba, después le pedía perdón y después lo retaba de nuevo. ¡Ayyy, pobrecito mi pollito! Yo creo que hasta él daba gracias a Dios que existiera el jardín.

Es súper difícil estar acá sola, a cargo de un niño de dos años que por supuesto JUSTO se enfermó y andaba odioso, siendo la responsable de todo: lavar, planchar, cocinar, lavar dientes, bañar, dar comida, limpiar poto, acostar, jugar, retar, sacar la basura, ir al supermercado, y responder a las quinientas necesidades que un hijo tiene al día…y por diez días!

Además, tuve que pedir nuevamente permiso en el colegio para llegar más tarde ya que el jardín abre a las 8:30 horas, entonces las mañanas eran un caos, levantando a Cristóbal y tratando de estar yo a la hora en el trabajo. Pero todo lo anterior no es nada terrible si no se le suma lo que verdaderamente me molestaba: el hecho que Cristián estuviera haciendo todo lo que yo quería hacer.

En general me siento una buena persona, con buenos sentimientos, que se alegra por los logros y buena fortuna de otros, pero esta vez no fue así. Ahora el único sentimiento que llenaba mi corazón era la envidia. Sí, ENVIDIA y de la NO sana.

La primera vez que Cris fue a Chile me sentí genuinamente feliz por él. Me alegraba saber que iba a poder ver a su familia, a juntarse con los amigos y a tener un break dentro de lo que ha sido esta aventura coreana. Cuando me llamaba me encantaba escuchar acerca de sus panoramas y de todo lo que había hecho, pero ahora fue diferente.

¡Cada vez que hablábamos me daba más rabia! Saber que había conocido a mi sobrino recién nacido a quién yo sólo he visto por fotos, o que había ido a un asado donde amigos, imaginármelo durmiendo a pata suelta y hasta la hora que quisiera en el Hyatt –en una cama que no es una tortura como la nuestra de acá- comiendo cosas ricas, lleno de invitaciones y panoramas, hablando en chileno y entendiendo los carteles del camino, viendo tele…arrrggghhhh, ¡qué rabia! Es TV basura, lo sé, pero ¡NUESTRA tele basura y la echo de menos!

Definitivamente ahora fue distinto. Esta vez, cuando llamaba, no quería que me contara ninguna cuestión, sólo me interesaba saber que estuviera bien y listo, “Toti, ven a saludar al papá!”

Por supuesto tenía claro que no era su culpa, que a él le encantaría que yo también hubiera podido ir, pero que no se podía. “Nosotros ocupamos los pasajes en ir a Australia, poh y lo pasamos increíble, o no?” –me decía. Sí, pero tú también fuiste a Australia y a Bali y dos veces a Chile. ¡No es justo!

Si hay algo claro es que todo lo bueno que efectivamente estamos sacando de la experiencia de vivir en Corea trajo consigo un costo que, lamentable y sinceramente, en su mayoría estoy pagando yo.

Es cierto que Cristián echa de menos a su gente también, sus carretes, su pega, su auto, etc y que Cristóbal ha estado un año sin primos o abuelos, acostumbrándose a un idioma nuevo y bla bla bla, pero la que realmente cooperó acá fui yo.

Ahora que el camino está casi recorrido veo que fueron miles de cosas a las que tuve que renunciar y que me cayeron cientos de responsabilidades para las que nunca me ofrecí. Familia, amigos y trabajo son obviamente las cosas más evidentes que uno echa de menos, pero la verdad es que es mucho más que eso. Extraño mi libertad, el hecho de no saber qué voy a hacer mañana y el ser parte de algo. Acá no soy parte de nada y todos mis días son iguales, a pesar que me las rebusco para que no sea así con el trabajo, yendo al gimnasio, etc. Al final lo cierto es que necesito más. Necesito salir, conversar con gente, reírme, necesito hablar de mi vida o mi familia con gente que no sea parte de ella. Quiero hablar tonteras y echo de menos mi rol de Pía, no de señora de Cristián ni de mamá de Cristóbal. Es increíble como uno se da cuenta todas las “personalidades” que tiene y cómo se echan de menos.

Finalmente, cuando Cris llegó de vuelta una nube se corrió de sobre mi cabeza y volví a ver el sol. Mi ánimo volvió y recobré mi hasta entonces esquivo sentido del humor. Quizás sí lo eché de menos, después de todo.

lunes, 30 de abril de 2012

First night out. Lady Gaga!

Los preparativos



Ya se me había olvidado lo que es salir sin coche. Hace más de nueve meses que Cristóbal es nuestro siamés. Cristián, por cosas ligadas a la pega, ha salido un par de veces, pero yo CERO. 

La oportunidad se dio porque vino Lady Gaga a Corea y, si bien no somos los mayores fans, era un show que nos tincaba mucho ver. Empezamos a averiguar y aún quedaban entradas, así que había sólo un inconveniente: qué hacíamos con el Toti.
Como mi amiga Eugene es tan amorosa, Cristián quería que le pidiera a ella que lo cuidara, pero nica. Yo me muero de lata tener que cuidar por seis horas a un cabro ajeno, mamándome justo la hora de comida y acostarse. No, eso no se lo doy a nadie, así que la única opción que quedaba era una babysitter. ¿Y de dónde saco una que hable un idioma que yo entienda?

Como ya es mi costumbre acudí a facebook y una tipa me recomendó a una gringa que llevaba como quince años siendo nanny. ¡Fantástico! Le mandé un mail y al ratito me llamó.

Era una persona de esas "espíritu libre" que van donde las lleve el destino y que no soporta un trabajo de 9 a 5 - sus palabras. Por teléfono sonaba normal y cálida, así que arreglamos conocernos la semana siguiente.

El concierto era el viernes y nosotras nos juntamos el miércoles en mi casa. La idea era verla, saber su historia y que conociera a Cristóbal cosa que no fuera un total shock para él cuando nosotros nos fuéramos y lo dejáramos con ella.

La niña -ya no tan niña- era súper amorosa, de USA, instructora de yoga, asistente en un jardín infantil y niñera desde hace muchos años. Me trajo los contactos de algunos de sus empleadores anteriores para que les pidiera referencias y me acompañó a buscar al Toti al jardín. Al volver a la casa no habían pasado tres minutos y ya figuraba saltando arriba de la cama con el Toti. Bien. Ella se llama Wendy, así que de miércoles a viernes le hablé a Cristóbal de la tal Wendy como loro para crearle la expectativa de que volviera a jugar con él (ese rollo me pasé yo en todo caso).

Ok, ya teníamos niñera y entradas, así que el dejarlo sólo con una extraña ya no tenía mucha vuelta atrás. Ay, ¡qué nervio! Toda la situación me daba cosa: el dejarlo con una galla que en verdad yo no tenía idea quién era, el que el concierto fuera en Seúl -a una hora de mi casa-, el estar en otro país en caso de que hubiera una emergencia y, por supuesto, cómo reaccionaría mi pollito ante este abandono cruel. Más que mal, un tercio de su vida la ha pasado acá, SÓLO con mamá y papá y sin tener que quedarse con nadie más.

Por supuesto en un minuto le dije a Cristián que fuera él sólo al concierto (íbamos con unos amigos) y que yo me quedaba con Cristóbal, pero casi me mató.

Día viernes y todo mi día se lo dediqué al concierto.

Fui a dejar al Toti al jardín y partí a comprar. Para aminorar mi culpa e incentivar la entretención se me ocurrió llevarle cositas choris a Cristóbal que lo desconcentraran del hecho que su madre lo estaba dejando con una extraña para ir a divertirse. Sus snacks favoritos a destajo, una espada para hacer burbujas y stickers de Angry Birds y animalitos...estamos. Despuésme fui a la casa a limpiar y ordenar, porque "como te ven te tratan" y como yo quería que me trataran bien al cabro y la casa...en fin. También tuve que aplicarme y dejarle lista la comida a Cristóbal y una carta/testamento/guía de usuario de la rutina de mi hijo.

Las instrucciones abarcaron juegos, hora de comer, cepillado de dientes, idas al baño, pijama, etc, e incluso tuve que incluir un pequeño diccionario para que la comunicación fluyera.

Se me había olvidado acotar que la nanny es gringa y sólo habla inglés, mientras que Cristóbal sólo entiende español y coreano. ¡¿En qué estoy metiendo a esta pobre criatura?!
Tras varias revisiones y correcciones le mandé el instructivo a Cristián para que le echara una mirada y la imprimiera y listo...Ahora a ducharme y emperifollarme. Traté mediante todas las formas de verme de 20 años, pero no hubo caso...lo bueno es que cuando llegó Cristián con el Toti yo estaba y tenía todo listo. Llegar y partir.

Arriba de la mesa dejé Oreos, moneditas de chocolate, papas fritas, galletas de soda y todo lo que le gusta a mi pollo y cuando me pedía algo le decía que la Wendy iba a llegar a jugar con él y que ella le iba a dar lo que quisiera. Eso lo hizo esperarla con ansias. 

Wendy llegó y tras unas últimas instrucciones bajamos los cuatro, nosotros para irnos y ellos a la plaza. Me despedí del Toti como si nada pasara y emprendimos el camino.

Recién nos habíamos subido al taxi y suena mi celular. Quedé pegada en el techo, imaginándome que esta mujer me estaba llamando para pedirme rescate por Cristóbal porque lo había secuestrado o algo así, pero no...era que el pobre no quería jugar porque nos estaba esperando. ¡Mi chiquitito pensó que íbamos a volver a los juegos! Con el corazón en la mano hablé con él por teléfono y le dije que jugara no más, que nosotros íbamos más ratito.

A final me vi forzada a relajarme...ya no me quedaba opción.

El concierto

Quedé agradablemente sorprendida cuando supe que las entradas acá son MUCHO más baratas de lo que cuesta un concierto de este tipo en Chile. El ticket más caro costaba sólo sesenta mil pesos y la más barata, al rededor de veinticinco mil. Esa compramos, aunque igual terminó siendo la salida más cara de la historia.

Un tema no menor es que la babysitter es CARA. Esta en particular cobraba 15 dólares la hora y nosotros la necesitábamos por siete horas. Quichíng! Además, ella vive en Seúl, por lo que tuvimos que pagarle el taxi de vuelta, ya que a la hora que ella tendría que volver el tren no funciona. Otras veinte luquitas...Quichíng nuevamente! Eso, más nuestros propios taxis, cosas para comer allá, etc hizo que se me fueran unos cuatro días de sueldo. Grrrrr, ¡más vale que sea el concierto de mi vida!

Luego de taxi, bus, metro y caminata llegamos al estadio.

No puedo dejar de mencionar lo bacanes que son los coreanos! Todo ordenado, fácil de entender, limpio impecable y tranquilo. Tanto así que en el área donde estábamos hay dos estadios juntos, DOS! Y los dos tenían actividades al mismo tiempo. En uno había un partido de baseball y en el otro la gente entraba para el concierto.

El ambiente afuera era chorísimo. Literalmente cada loco con su tema. Por primera vez vimos muuuchos extranjeros juntos y, junto con los coreanos, nos dieron un espectáculo y clases magistrales de cómo no vestirse.

Mujeres con el infaltable taco aguja y brillos por doquier, hombres vestidos de Lady Gaga, grupos de blanco, pastores cristianos manifestándose contra el pecado y más fueron nuestros acompañantes.

Posando con algunos Lady "Gagos"

Ya que Corea ha sido el único país en poner una edad mínima para asistir a este concierto nos chequearn a todos la edad y nos pusieron la pulserita que acreditaba que tuviéramos más de 18. Pernamente, amé tener esa pulsera...me daba la falsa sensación de que en una de esas no parecía mayor de edad. Chequeteeeeta, yo.

Entrando al concierto. Atrás se ve el otro estadio, donde era el partido de baseball

Llegamos a nuestros asientos, enumerados e impecables, por supuesto, y comenzó el show. A pesar de haber comprado los asientos más baratos quedamos súper bien ubicados y veíamos espectacular.

Algo muuuy chistoso, y un poco fome a la vez, es que como los coreanos son tan ordenados ¡no se desordenan ni para los conciertos! Era increíble que en la galería estábamos todos, absolutamente todos sentados. A nadie ni siquiera se le ocurría pararse a bailar ni nada. Se coreaban las canciones, se aplaudía al estilo perno (rapidito y con las manos como juntitas) y sería. Cueeeeck! Yo y la amiga con la que fuimos pegábamos gritos y todo, pero tampoco nos dio para pararnos. Hubiera sido una mega falta de respeto. Los "siéntate, poh &€;$#%}" no fueron necesarios esta vez.

De hecho es tanto lo que no gritan que Lady Gaga se despidió y ¡NO SE ESCUCHÓ NI UN RUIDO PIDIENDO QUE SE QUEDARA! Aquí sí que yo quedé impactada porque el estadio estaba lleno, con unas 50 mil personas, y hasta los grillos se escuchaban. En mi sorpresa me imaginaba a la artista y sus bailarines y músicos atrás, esperando la ovación para volver a salir y...cri cri. ¡Que heavy!

Como me dio susto que por la falta de griterío esta chicuela no saliera de nuevo, con Cristián y nuestros amigos brasileros nos pusimos a gritar y aplaudir, esperando que las masas se nos unieran. Creo que dos o tres personas más esbozaron un grito. Fail. A final Lady Gaga sí salió de nuevo y terminó el show.

Con Dani y Rafa, amigos de Brasil

Al salir del estadio nuevamente me sorprendí de lo limpio que estaba todo. De verdad que suena falso, pero no se ve NI UN papel en el suelo, los maceteros de las veredas llenos de florcitas, la gente caminando súper tranquila y callada, etc. Un agrado.

Luego de no sé cuánto rato de espera logramos subirnos al metro y salimos en una estación conocida para nosotros donde tomamos un taxi. Como en Corea los taxistas tienen sus rutas y cosas raras no todos aceptan llevarte a Suwon, aunque signifique una carrera larga donde ganen harta plata, así que cuando el primer auto al que le preguntamos nos dijo que sí sentí que la suerte estaba de mi lado. ¡Ya estaba desesperada por ver cómo estaba Cristóbal! El tipo partió y a los diez minutos algo raro empezó a pasar. De repente ¡parecía que se estuviera quedando dormido! Íbamos en la autopista, él manejando como a 130 kms/hora y se cuneteaba heavy. Cuando paró en el peaje estuvo a un milímetro de chocar en dos oportunidades y nosotros, histéricos, tratábamos de hablarle, hacerlo reír y mantenerlo despierto.

No había mucho que pudiéramos hacer porque estábamos en la carretera, eran las doce de la noche y no hablábamos coreano como para pedir un radio taxi. Nos abrochamos los cinturones y nos encomendamos no más. Tras un rato este señor empezó a tomar de una botella de agua y yo, aliviada, le decía a todos que eso era bueno, porque el refrescarse lo iba a despejar. El único problema era que después cachamos que ¡NO ERA AGUA! El desgraciado este venía doblado de curado y no nos habíamos dado cuenta.

Sin exagerar creo que unas seis o siete veces estuvimos a punto de chocar y volcarnos. ¡Viejo desgraciado!...¡¿no ve que tengo un hijo que criar que se puede quedar sin papás, en un país extraño, por culpa de su estupidez?!

Al final llegamos enteros al condominio, no sé cómo, y pudimos contar la historia. ¡Qué ganas de hablar el idioma y haber podido llamar a la policía para denunciar a ese pastel!

Llegando a la casa pude ver que mi querubín estaba enterito, durmiendo y hablé con la nanny. Durante la noche nos habíamos estado texteando y me decía que estaba regio, feliz jugando, pero que al tratar de ponerle el pijama ardió Troya. La misma Wendy me decía que se le partió el corazón cuando el Toti, llorando y llamándome a gritos, se puso los zapatos y trató de salir del departamento para ir a buscarme. ¡Pobreciiiitooooo! Al final se durmió en el living, con ella, y después lo traspasó para su cama.

En resumen lo pasamos bien, vimos un espectáculo topísimo y pudimos ser una "pareja" nuevamente y eso se agradece. Ahora, no sé quién tendría que venir o qué tendría que pasar para volver a hacer lo mismo otra vez, porque pucha que quedé agotada.

Datos del concierto:

- No entiendo el límite de edad. El show no tuvo NADA de escandaloso. 
- Cada canción tenía una tenida distinta. Entrete para mirar, pero fome porque para alcanzar a arreglarse se iba antes de que terminara una canción y volvía cuando la siguiente había comenzado.
- Dos canciones tuvieron como puesta en escena a ella tiesa, con máscara que le cubría toda la cabeza y una especie de túnica, por ende...apuesto que no era ella y que simplemente se quedó tras bambalinas casi que tomándose un tecito.
- Lady Gaga no baila nada. Su talento va por otro lado...
- Al comenzar el concierto ella misma dijo que, según lo que le habían comentado, desde que Michael Jackson se presentó ahí mismo que el estadio no estaba tan lleno.



lunes, 5 de marzo de 2012

Todo lo que quería


Mientras preparábamos todo para venirnos, mi mente divagaba de dicha al imaginarme el año que se vendría. Obvio estaba preparada a sufrir inconvenientes, echar de menos, e incluso me había imaginado que en más de alguna ocasión me iban a dar ganas de volver a Chile antes, pero lo que siempre me hizo dejar atrás esos pensamientos para volver a enamorarme de la idea del cambio fue el nunca bien ponderado año sabático.

¿Quién no ha soñado con esa época de libertad laboral? La sola idea de poder levantarme a la hora que yo quisiera, de no tener que verle la cara a nadie que no se la quisiera ver y simplemente tomarse un descanso era maravillosa.

Como entré chica al colegio y me fue relativamente bien, a los 22 años ya estaba trabajando full time con contrato, entonces nunca viví esa etapa de buscar pega o estar sin obligaciones. De hecho mi único break llegó junto con el prenatal, así que el hecho de estar “cómodamente desempleada” era más que atractivo.

Llegamos a Corea y partió mi temporada de relajo. O al menos eso creí yo.

Obviamente siempre tuve claro que acá no iba a tener nana y que iba a ser yo la que se iba a llevar la mayor parte de la carga de la casa, lógico, pero la realidad superó mis expectativas.

Para resumir la experiencia en una frase: “Being a housewife sucks!”

El primer mes estuve sola con Cristóbal todo el día todos los días y eso en sí era una pega a tiempo completo, pero a eso le tuve que sumar el hecho de “llevar una casa” sin ayuda. Eso nunca lo había hecho.

Antes de casarme viví con una de mis mejores amigas y no teníamos nana, pero ella es igual y más maniática que yo, así que nuestra casa era un museo y ni se notaba la pega. Ahora, en cambio, no sólo no tenía a la Danzarina al lado, sino que había dos personas cuya contribución se limitaba a ensuciar y desordenar.

Al igual que al principio de toda nueva experiencia comencé esta, sin querer incluso, con ciertas expectativas que intenté cumplir y eso me pasó la cuenta.

Las primeras semanas mi casa era PULCRA. O sea, si alguien usaba una cuchara al tiro partía yo y la lavaba, secaba y guardaba. Hacía aseo completo y comida fresca y variada todos los días. Los horarios se cumplían como con reloj suizo y todo andaba regio. De hecho me levantaba a las 7:30 y bromeaba con el hecho que a las 10:00 de la mañana ya tenía todo hecho.

El sistema funcionaba, pero me colapsó. No sé por qué sentía que tenía que cumplir MI ROL en forma perfecta. Si bien es obvio que era mayormente mi responsabilidad el mantener el orden, etc. (ya que no estaba trabajando) nadie me estaba exigiendo todo lo que estaba haciendo.

De partida tuve que aprender a cocinar. Jamás tuve la necesidad de hacerlo y nunca me llamó la atención tampoco, así que llegué a Corea sabiendo hacer tallarines y arroz. Sería. Lamentablemente mi hijo no se podía alimentar sólo con eso, así que TUVE que ingeniármelas para mantener un menú balanceado y que fuera comible.

Finalmente, al cabo de un par de meses, la rutina y el cansancio me la fueron ganando y comencé a cambiar. Cristián tuvo que asimilar –a la fuerza- que acá NO había nana y yo me vi forzada a renunciar a mi sueño ridículo de la casa/museo y aceptar la idea de una casa vivible y agradable para sus habitantes.

Así pasó un tiempo hasta que definitivamente y, contrario a todas mis previas creencias, me dieron ganas de volver a trabajar.

No tener pega y estar tranquila económicamente debe ser muy bueno y es un verdadero sueño para muchas mamás, yo incluida, pero al vivirlo lejos de tu familia y amigos, sin nana, ni auto para moverse libremente más que un beneficio se convierte en un motivo más para sentirte enclaustrada. Debido a eso y, decidida como soy, me empecé a mover para encontrar algo que ocupara algunas horitas de mis días.

Como no tengo Visa para trabajar ni estudiar mi idea en un principio era hacer un curso o quizá ofrecerme de voluntaria para alguna organización, pero encontré miles de obstáculos. El primero y más evidente: el idioma.

Como le había empezado a encontrar el gustito a cocinar postres y cosas así decidí hacer un curso de repostería, pero todos eran en coreano y los pocos que pillé en inglés se dictaban en Seúl. La ciudad no queda TAN lejos, son unos 45 minutos, pero al sólo imaginarme ese traslado en el invierno me venía un patatú, así que desistí. OK, al voluntariado entonces.

Soy miembro de un grupo en Facebook de papás extranjeros en Suwon y mi primer instinto fue acudir a ellos. Publiqué un post diciendo que estaba aburrida y en búsqueda de algo que hacer. Que si alguien sabía de algún lugar donde se necesitara mi ayuda y que quedara cerca me avisara. Me llegaron algunos datos, pero ninguno me tincó. Uno era el domingo en la mañana, otro, 2 veces al mes y así…no lo que yo necesitaba. Finalmente me rendí y se me olvidó el tema hasta que di con el sitio web del único colegio internacional en Suwon.

Como no me faltan “patas” y no tenía nada que perder redacté un mail, traduje mi currículum a inglés y mandé un correo con mis antecedentes a todos los funcionarios que me tincaron y aparecían en la página. Recursos humanos, Comunicaciones, directores de nivel, inspectores, etc. contándoles quién era yo y básicamente ofreciendo mi “ayuda” en lo que necesitaran…y gratis.

¡Nadie me respondió!

Pasaron unos días y nada. Bolita de pasto seco en el oeste…esa onda. Ah no, pensé, ¡estos gallos son muy desgraciados! Si bien no soy PhD ni mucho menos, igual tengo mis añitos de experiencia en educación y, más que mal, estaba ofreciendo ir a corchetearles documentos gratis si querían!

Me invadió la furia, pero decidí usar esa experiencia laboral que tengo e “hinchar” hasta lograr una respuesta. Al final eso es lo único que siempre veo que resulta. Agarré mi mail, le cambié unas cositas y se lo mandé al Rector, cara de nalga. Me respondió a los 15 minutos, agradeciendo mi interés y contándome que iba a reenviar mis datos a su equipo para que me contactaran. ¡Estupendo!, pensé.

Pasto seco nuevamente.

Ayyy, ¡que rabia! ¿Sigo en Chile que la gente se demora mil años en hacer las cosas o promete otras que sabe no va a cumplir? Un par de días después agarré un galón de aceite y me tragué UNA VEZ MÁS mi orgullo para volverle a escribir a este caballero. Al rato me respondió pidiendo disculpas y contándome que estaban en medio de un cambio de autoridades en el colegio por lo que, probablemente, mi correo se perdió entre otras prioridades, pero que esta vez sí o sí una de tres personas –de las cuales me dio nombre y apellido- me llamaría para coordinar una visita.

Sigo esperando ese llamado.

Derrotada a más no poder y con el rabo entre las piernas asomé, entre las ruinas de mi orgullo, una banderita blanca y me di por vencida. Ahora sí que sí.

¡Qué humillación más grande! Yo ofreciendo mis servicios en lo que quisieran, cuando quisieran y sin pagarme ni un peso, e ¡igual no me pescaron! Envié todas mis maldiciones al colegio y agradecí a los cielos el no haberle contado a nadie en lo que estaba, porque DE VERDAD que era penoso.

Siguieron pasando las semanas y llegó la hora de irnos de vacaciones. Australia y Bali fueron nuestro destino. Dos semanas de calor, playa, relajo y paseos varios. ¡Una maravilla! Lo pasamos increíble y nos arrancamos de este crudísimo invierno. Espectacular.

Unos días después de volver entro nuevamente a Facebook y veo que una persona que no tengo entre mis contactos había respondido el post que yo había publicado un par de meses antes. Me decía que si aún estaba interesada en hacer algo quizá podría contactar a su jefe, ya que en el colegio donde ella trabajaba buscaban a una profesora sustituta. Obvio, era el mismo colegio.

Me entusiasmé al tiro, pero justo al empezar a escribir el mail a este “jefe” me atacó el miedo. ¡Fijo que ya le había mandado mi cv hace tiempo y lo había usado de poza vasos! O sea, claramente se iba a acordar de “la gusana” que se arrastraba por pega y me iba a tirar, nuevamente, al olvido. ¡Qué plancha! Al final, haciendo uso de mi nueva filosofía de “dejar que las cosas fluyan” y “todo pasa por algo” mandé el correo igual y ¡sorpresa! ¡me contestaron al tiro!

El director de básica me contó de lo que se trataba la pega, el sueldo, beneficios, etc. y me preguntó si me interesaba. Respondí que sí y al otro día estaba en su oficina. Hablamos una hora y media y me en-can-tó la descripción que hizo del trabajo.

Se trata de un colegio con muchos recursos y, uno de ellos, son profesores sustitutos full time para reemplazar a los que se ausenten. Obvio mi pregunta inmediata fue: ¿cómo una periodista sin experiencia va a hacer una clase de francés o química? Bueno, todo está tan bien organizado que quienes van a faltar envían el día anterior el detalle de la clase que iban a hacer, por lo que el sustituto debe, básicamente, estar ahí, asegurarse que nadie se mate e irles traspasando el plan que tenía el profesor para ese día. I-DE-AL.

Aunque sonaba simple igual le pedí que me dejara ser la “sombra” de una sustituta durante un día para ver qué hacía y cómo lo hacía, cosa de no hacer el loco aceptando una pega que no fuera para mí.

Así lo hicimos y, modestia aparte, me quedó claro que I rock! O sea…cómo te explico que la pobre mujer a quién acompañé era una mosquita pequeña, sin voz ni autoridad y con un acento que daba un poco de penita. Obvio que podía hacer esa pega, así que con la confianza en su máximo nivel dije sí a la oferta.

Mi único dilema era que, ya que acá no tengo red de apoyo, tener un trabajo full time me podía complicar al momento de tener algún problema con Cristóbal. Sin embargo y como “todo pasa por algo” mi falta de Visa hizo que la única opción fuera trabajar el máximo que permite la ley coreana sin contrato, es decir, 15 horas semanales, o sea, dos días de 8 a 3. ¡MARAVILLOSO! ¿Qué más podría pedir? Ahora tengo un trabajo donde me pagan, sólo un par de días a la semana, con un buen horario y donde puedo conocer gente y ampliar mi círculo. Eso, además de permitirme llenar lo que, en otras circunstancias, habría sido un año en blanco dentro de mi currículum. ¡Y más encima en un colegio, que es lo que definitivamente me gusta hacer!

Como todo ha resultado tan bien –me encanta el colegio, los profesores y los niños- he decidido adoptar for ever ese pensamiento positivo de dejar que las cosas sigan su curso, ya que de verdad me ha funcionado.

Si bien la humillación inicial dolió, si no hubiera sido por eso ahora no estaría ganando piticlines, ni valorando tanto lo que tengo. Me quedo con la moraleja de la importancia de ser insistente cuando uno quiere algo, no dejarse estar, ni pretender que las oportunidades lleguen a tu puerta con un cartel luminoso que diga “¡tómame!”

La realidad es que es uno quien debe forjarse esas oportunidades y agarrarlas con las dos manos a la hora que aparezcan. Así lo hice ahora y estoy feliz :)
Miss Pía

domingo, 12 de febrero de 2012

Blanca Navidad

Hace tiempo no escribía, pero quise volver un poco atrás y contar cómo fue la celebración de las fiestas de fin de año acá en Corea. Como la idea es que esto funcione como diario de vida de la experiencia, no podía dejar de registrar esas importantes fechas.

Siempre supimos que la Navidad iba a ser muy piolita, los tres solos en la casa, con algo rico de comida y regalitos para el Toti, así que con esa mentalidad partimos a comprar árbol, uno que otro adorno y cosas para comer.

Mi idea era preparar algo simple, sin complicaciones, pero como estoy casada con mi marido eso no fue así. A Cristián se le puso en la cabeza que quería comer pavo, por lo que cada vez que salíamos durante diciembre buscábamos la famosa ave que nunca apareció. En Corea NO hay pavo, ni entero, ni trozado, ni congelado…ni siquiera jamón se puede encontrar. Bueno, carne entonces. Elegir carne acá es súper difícil. Como los coreanos tienen distintas formas de cocinarla, los cortes son totalmente diferentes, irreconocibles, así que jamás compro…a no ser que sea carne molida australiana (sigo con un mini susto que metan a un cachupín a la moledora) y si queremos el típico steak vamos a un restaurant americano y listo…sin riesgos.

En el tercer supermercado que vimos encontramos lo que buscábamos. Unos pedacitos que se veían buenos, aunque enanos. Con la ayuda del lenguaje de señas, traductor del celular y un útil dibujito de vaca pudimos cerciorarnos que fuera filete. Yeiii. Buenísimo…hasta que supimos que costaba $70.000 el kilo. “Gracias, te llamamos”.

Como el tema de la carne es por esencia un asunto de Cristián le dije que él se encargara de comprar esa parte de la comida y que yo me vería el resto.

Ya que esta iba a ser una Navidad un poquito fome decidí que le daría el toque “dueña de casa” con el postre. Nada de cosas compradas, me iba a arriesgar e iba a hacer mi primer cheescake. Receta sacada de internet y listo. Eso más unas papas a la crema, ensalada y el pedazo de animal que mi maridito eligiera y estábamos.
Quedó exquisito!

Un par de días antes de Noche Buena Cristóbal se empezó a sentir mal. Con él en la casa era imposible comprarle algo a Cristián, pero me moría de pena que no abriera ni un regalito. ¿Qué hacer? Como a veces es mejor tener amigos que plata le comenté mi triste historia a mi amigui coreana, Eugene y ella, amorosa y servicial como es, partió con su marido y le compró a Cristián un reloj que yo había elegido mirando en internet. La loca me mandaba fotos por celular de la muñeca de su marido usando el reloj para que yo diera mi visto bueno final. Se pasó de tierna. Listo, regalo de marisco: check!

Lo único que faltaba ahora era la esperada Blanca Navidad. Hacía un frío yeguo, pero de nieve nada de nada. ¡Pucha cai! LA cosa buena que tenía el pasar las fiestas congelándonos. Al final parece que las plegarias fueron escuchadas y, cual milagro navideño, JUSTO el 24 nevó por primera vez desde que llegamos. Nos abrigamos como oso y salimos a mostrarle la nieve al Toti.
Tratando de encontrarle el gustito a la cuestión
Es divertido como uno como papá a veces se hace tantas expectativas tontas que lo único que hacen es desilusionarte después…Obvio yo pensaba que Cristóbal iba a correr feliz, a tirarse a hacer angelitos en el suelo y a jugar chocho tirándonos bolitas de nieve. Amorosa e inocente yo. Durante la primera media hora no quiso ni que lo bajáramos de los brazos. Le daba nervio la consistencia, estaba incómodo con tanta ropa y lo único que hizo fue quejarse y lloriquear. Yo, tratando que no se me notaran las ganas de subir y mandar todo a la chachu, jugaba sola tratando de llamar su atención, mientras que Cristián le tiraba nieve que le caía en la cara y lo hacía llorar. Ayyy, ¡¡caos!! No sé cómo al final se empezó a relajar y “algo” jugó.  De vuelta en la casa me empecé a sentir mal yo y jodí. Me enfermé heavy. Sintiéndome como el real ass hice lo que había que hacer tratando de mantener una cara y ánimo decentes.

Después del nevado fiasco Cristián salió a comprar y volvió con cara de felicidad. En un lugar donde venden comida gourmet encontró el nunca bien ponderado pavo. Una tremenda cuestión de 7 kilos que ya estaba relleno, pero que venía congelado hasta la médula. La gracia había costado las mismas 70 lucas que el filete, pero al menos podríamos pasar el invierno comiendo de ahí si queríamos porque era enorme. Al principio tratamos de descongelarlo poniéndolo al sol, pero los -10 grados jugaban en nuestra contra, después pensamos en trozarlo, pero estaba tan duro que habría que haber tenido una sierra eléctrica. Finalmente Cristián sacó el plato del microondas y, no sé cómo, lo hizo caber. Dos horas se demoró la gracia.

OK, y ahora, ¿cómo se cocina esto?, ¿y dónde? Acá no se usan los hornos, así que lo único que tenemos es un mini hornito eléctrico. Nada que hacer, al mini horno no más. Como yo estaba con dolor de cabeza y frustrada por el día en general, ni pesqué el tema del pavo. La verdad me daba lata que Cristián hubiera sido tan cuático con el tema de la comida. ¿Por qué no comer una pasta rica, o cualquier otra cosa?, hasta me ofrecí a hacer ñoquis caseros, ¿por qué tenía que ser pavo? No teníamos las condiciones para cocinarlo y tampoco el tiempo, pero bueno…ya estaba comprado y aunque le hubiera hecho una intervention él no iba a cambiar de opinión.

Cachando mi ánimo –supongo- mi marido decidió no preguntarme ni pedirme nada y solito averiguó por internet tiempos de cocción, etc. y metió el pavo al horno. De verdad no sé cómo lo hizo, sólo me acuerdo entre carcajadas como literalmente agarraba las piernas del ave y se las abría y empujaba con todo el peso de su cuerpo para que la puerta del horno cerrara. En ese sentido sirve que sea porfiado, porque la cuestión cerró.
Una bandeja de horno pegada al fondo y un par de servilletas incendiadas después, pudimos sentarnos a comer. Al final no me puedo quejar porque el pavo quedó exquisito y todo salió bien. Cristóbal disfrutó abriendo y analizando cada regalo y a Cristián le encantó su reloj. Además, seguimos como con 4 kilos de pavo en el congelador…¿qué más puedo pedir?
El triunfo del hombre sobre la bestia

sábado, 7 de enero de 2012

Sólo me duele cuando me río

Cuando llegamos a Corea era pleno verano. La alta temperatura y la humedad hacían que uno anduviera transpirado y aletargado todo el día. Caminábamos una cuadra y parecía una eternidad y, por supuesto, yo me quejaba y me quejaba. Inocente paloma, yo. Si alguien me hubiera dicho lo que me esperaba, hubiera atesorado cada una de esas gotas de sudor y cada momento en el que sentí que me faltaba el aire.

Estamos comenzando el 2012 y el frío es te-rro-rí-fi-co. ¡Cómo añoro esos días de ahogo!

Antes de llegar a este país me habían comentado que el invierno era duro, con hartos grados bajo cero, pero como yo había vivido en Coyhaique y Punta Arenas, entre otras ciudades, me imaginé que no me iba a costar tanto acostumbrarme. Error.

Al menos a mí me dio la impresión que el tiempo cambió de una semana para otra. De repente ya no parecía tan irracional usar pantalones o ponerse un poleroncito. Y así mismo, de un día para el otro el cuerpo te pedía ponerte encima cada prenda de ropa que tuvieras a tu disposición. Hace años que no necesitaba instalarme gorro, guantes, bufanda, calzas de polar debajo de los pantalones, doble calcetín y todas los demás implementos…¡y si tuviera pasamontañas feliz me lo pondría!

En ese sentido he perdido toda vanidad. Cuando salgo me da lo mismo parecer loca, usando dos gorros al mismo tiempo o tapándome la cara entera con bufandas y pañuelos, y si la parka, gorro y botas no me combinan para nada…WHO CARES! Prefiero vivir…

La verdad es que como acá soy dueña de mi propio tiempo –por no decir que soy desempleada- no tengo la necesidad imperiosa de salir todos los días, pero ese mínimo rato que me demoro en caminar las dos cuadras que separan mi casa del jardín del Toti hacen que me quiera morir. Salgo forrada de pies a cabeza, pero igual siento que esa casi nula parte de mí que queda al aire libre se me está partiendo y cayendo a pedazos. Suena enfermo de exagerado, pero de verdad que la sensación térmica de -20 es para querer encerrarse en una cueva y no salir más.

Con el Toti es la misma cuestión. Lo lleno de camisetas, calzas de algodón debajo de la ropa, parkas, gorros con chiporro e incluso una mascarilla del tren “Thomas” para que no respire aire helado. Eso más una frazada sobre la que se sienta en el coche, otra que le tapa las piernas y un forro plástico tipo carpa que cubre todo el armatoste. Estupendo, ¿verdad? Así ni se entera que hace frío…eso hasta que hay que sacarlo de su mini mundo calentito para entrar a otro lugar, llámese taxi, jardín, casa, etc.

¿Cuál es el problema entonces? El problema es que estamos en Corea y acá la gente anda a ‘patita pelada’ all day long, sean guagua o viejo, entonces absolutamente todos los lugares están calefaccionados a unos 28-30 grados. Uno literalmente entra a cualquier café, mall o lo que sea y te tienes que desnudar lo antes posible cosa de no transpirar demasiado durante los segundos que te demores en la tarea.

En nuestra casa el medidor de la calefacción no tiene marcados los grados, pero lo tenemos fijo en un tercio de lo que sería la máxima. Así y todo podemos estar a pies pelados y con polera, pero igual las amigas que tengo acá incluyen, a la misma calefacción que tengo yo, una máquina de aire caliente que funciona como secador de pelo gigante. ¡Valorrrrr! ¡No sé cómo no se quieren sacar la piel! Por esos mismos cambios de temperatura es que se rompió nuestra racha de cuatro meses de salud ininterrumpida.

Un día cualquiera el Toti volvió medio enfermo del jardín. No parecía nada especial, pero se notaba que se estaba resfriando. Le di sus remedios típicos para que durmiera bien y al otro día no lo llevé al colegio. Nos quedamos en la casa y de repente, al levantarse de la siesta…¡pánico! ¡despertó cojeando heavy! Al principio me lo tomé con calma y pensé que en el trayecto de su pieza a donde estaba yo se podría haber doblado la patita o algo y que se le iba a pasar. Al rato y como la cojera seguía igual, pero no se quejaba de nada, asumí que estaba jugando, así que empecé a decirle que caminara bien, que eso “no se hacía”, sólo para ver si podía, pero no hubo caso. Lo agarré y empecé a moverle la patita en todas las formas posibles para ver qué parte era específicamente la que le estaba causando la molestia, pero nuevamente cero respuestas. ¡Nada parecía dolerle! Un rato después llegó Cristián y nuestra profesora de coreano. Hice la clase mirando todo el rato como Cristóbal cojeaba de esta forma extrañísima, corriendo incluso, y sin decir ni pío. En cuanto se fue la profe entré a Internet y Columbo se apoderó de mí. ¡Necesitaba saber qué le estaba pasando! No sé por qué, pero sentía que no era normal y que tenía que averiguar luego cómo ayudarlo. ¡Me partía el corazón verlo así, como niñito de la Teletón! Suena idiota, pero de verdad que no era una cojera normal. Caminaba a la misma velocidad de siempre, corriendo y jugando a la pelota incluso, pero con la patita derecha con los dedos amuñados y sin apoyar toda la planta, sólo el lado externo.

Bueno, al final entré a Google y encontré ¡puras tragedias! En un blog una mujer contaba cómo su hijo había partido con cojera sin dolor de un día para otro, un tiempo después descubrieron que tenía leucemia y había muerto cuatro años después. En otro sitio hablaban de posibles tumores óseos y así, una cosa terrible tras otra. La única información que se repetía en todos lados era que la cojera en un niño nuca es normal y siempre debe ser visto por un especialista.

Al otro día y luego de llorar casi toda la noche, pasándome los peores rollos del mundo, partí al hospital sola con mi pollo cojo. Esperamos la hora y media promedio –en Corea no se usa el pedir hora…todo es por orden de llegada o gravedad- y entramos a que lo viera un ortopedista. El doctor tenía unos doce años, calculo yo, y hablaba inglés peor que Lucho Jara. JUSTO lo que NO necesitaba.

Obvio Cristóbal no quiso ni que lo mirara este ‘puber’ así que apenas lo pudo revisar. Le hicieron rayos x y como salieron normales el súper diagnóstico fue que quizá había pisado un juguete mientras yo no lo veía y sólo le dolía al cargar su peso sobre el pié. ¡GRACIAS POR NADA, NIÑITO!

Ya en la casa me puse a conversar por chat con una amiga y las dos, obsesivas como somos, seguimos navegando la Web al mismo tiempo en búsqueda de la respuesta al misterio. De a poco empezamos a ver que en varias partes se hablaba de cojeras causadas por virus, que afectan generalmente a niños chiquititos y que por lo general parten luego de un resfrío y se agravan al despertar. Lo que al parecer pasa, es que el virus se les va a tejidos blandos como los ligamentos de la cadera, lo que causa inflamación y dolor. ¡Aleluya!

Todos los síntomas describían tal cual lo que le estaba pasando al Toti, así que por fin sentí que le habíamos achuntado. Le empecé a dar analgésicos para aliviar la supuesta inflamación y a los dos días la cojera había desaparecido. Soy seca or what?!

Cuando el nene ya estaba apto para volver al jardín y darle así un respiro a su madre lo llevé al jardín nuevamente. La libertad me duró dos días y volvió a tener fiebre. Tos de perro, ronquito y respirando con dificultad. Esta me la sabía…¡laringitis! Otra semana más de enfermera/esclava y la que estaba sintiéndose pésimo ahora era yo.

Mi enfermedad partió normal. Típicos síntomas de resfrío que se iban eternizando sin avanzar hasta que partió la tortura de la tos. Tos del terror que me tuvo sin dormir por casi cinco noches. Probé todo, los remedios que me traje de Chile, otros comprados acá y los infaltables naturales que se supone ayudan. En mi desesperación por descanso terminé tomando analgésicos, tres tipos distintos de jarabes, antibióticos y una cebolla entera licuada con el jugo de dos limones de una sola ‘patada’. Nada me ayudaba. Cuando ya no daba más me empezaron unos dolores en las costillas que literalmente no me dejaban respirar. Cada bocanada de aire hacía que me salieran lágrimas…Hasta ahí no más llegué. Al otro día partimos con Cristián al doctor y vi lo que era ser paciente en Corea por primera vez.

Fue justo en la semana entre Navidad y Año nuevo, así que Cristián se había pedido un par de días supuestamente para aprovechar de pasear. Incluso habíamos arrendado un auto, pero como estaba había cero posibilidad de pasarlo medianamente bien.

Una niña que trabaja en el área que ayuda a los expats de Samsung nos acompañó al hospital para hacer de intérprete.

Al llegar te guían hasta un sector de espera donde hay pequeños cubículos estilo “isapre” donde se atiende a la gente por orden de llegada. Primero hay que ir a la caja a pagar lo que será una atención de urgencia y te ponen una pulserita como la que le ponen a los recién nacidos. Luego pasas a estos cubículos (que no tienen divisiones) y que están atendidos por enfermeras y ahí ingresan tus datos, síntomas, te pesan, toman la temperatura y presión arterial. Todo lo imprimen en unas etiquetas que te van pegando al historial médico.


Mientras estábamos en eso sentimos unas voces como raras, miramos para atrás y justo a mi espalda había una viejita, en una camilla, que al parecer estaba teniendo convulsiones. Sus parientes asustados trataban de afirmarla y un par de doctores la estaban atendiendo…todo ahí. Un par de metros más allá un niño en silla de ruedas, con batita de hospital y suero; una embarazada que lloraba, también en bata de hospital y pantuflas, y por lo menos unas cinco guaguas llorando, que se notaba estaban afiebradas, o esperando hacer pipí para un examen de orina o lo que sea.

La escena era un poco fuerte. Todos juntos, apiñados, con obviamente distintas dolencias y vestidos con ropa de clínica. ¡Cero pudor o intimidad! Me daba vergüenza toser, porque me imaginaba a los papás de esas guaguas queriendo matarme por estar llenando la sala de bichos, pero no me quedaba otra.

Al ratito me llamaron y ahí, en medio de la gente, un doctor me hacía preguntas a través de la intérprete y me escuchaba el pecho y espalda. Aprovechó de darme unos golpecitos en distintas partes y me dijo que creía que tenía neumonía. Chiuuuu, ¡me lo temía! Pero lo peor de todo no fue el diagnóstico…lo peor fue que este mismo tipo me dijo que lo más probable era que me tuviera que quedar hospitalizada. Nooo, ¡¡¡quiero morir!!!

Como Cristián justo estaba con esos días libres no era Cristóbal el que me preocupaba, lo terrible era que en los hospitales acá no existe el concepto de privacidad. Me hubiera tenido que quedar con no sé cuántos otros coreanos quejosos y enfermos. Por favor, Señor, ¡no lo permitas!

Me dijeron que me iban a tener que hacer exámenes de sangre, que también te los hacen ahí con los compañeritos enfermos al lado, y rayos X y que todo demoraría unas dos o tres horas. Al escuchar eso le dije a Cristián que se llevara al Toti y que fuera a dejar a su compañera de pega también y que yo lo llamaba cualquier cosa. No quería que Cristóbal se pegara más cosas.

Cuando me llamaron para los rayos X me pidieron que me sacara la parte de arriba de la ropa y que me pusiera una mini batita. Ok, pero ¿dónde? – pase aquí-. El “aquí” era un mini closet, ahí mismo en la sala de espera, con batas y bolsas plásticas. ¿Para qué las bolsas? Para que ahí guardaras tus cosas. ¡Ayyyy, cómo te extraño, Clínica Alemana!

Con mi sentadora y elegante batita y una bolsa de supermercado llena con mi ropa salí para enfrentar una vez más, pero esta vez semidesnuda, a mis partners de espera. ¡Qué plancha!

A pura seña me mostraban qué tenía que hacer y a pura seña me iban llevando de un lado a otro. Al final llegué a la oficina de otro doctor –que en verdad parecía más otro closet, pero un poquito más grande- y, mostrándome los rayos X me dijo que él creía que la neumonía estaba a tiempo de superarse con remedios y que no creía necesario que me quedara internada. Thank you, Jesus!

Tomé un taxi y casi tres horas después de haber llegado pude salir del hospital.

Algo bueno que encontré es que al irte te dan todos los remedios recetados, en mini bolsitas zipplock con la dosis justa para cada vez que los tengas que tomar…¡y no te los cobran! Lindo detalle J Lo único que pagué fue el monto inicial que fueron unos $40.000 chilenos.

No tengo idea qué tomé, pero un par de días después me sentía MIL veces mejor. La tos dolorosa pasó a ser tos vergonzosa, pero al menos ya podía dormir.

Justo cuando empezaba a volver a la vida llegó el Año Nuevo. Empecé el 2012 sintiéndome bien, pero con el terror latente de volverme a enfermar de esa forma. Es en situaciones como éstas en las que uno de verdad quiere estar en su país.
Una cojera y tos maldita fueron las que me hicieron, por primera vez desde que llegamos, extrañar de verdad mi casa.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Día NEGRO

Al igual que la gran mayoría de los mortales, por lo general me paso la semana entera esperando ansiosa la llegada del sábado. Es lejos mi día favorito. Representa el inicio del descanso y actividades choras y, sobre todo acá en Corea, significa dejar de lado el aburrimiento que causa el estar la mayor parte del día sola.

Todos los sábados durante el desayuno decidimos con Cristián que hacer ese día. Generalmente salimos temprano y volvemos en la noche, intentando aprovechar al máximo el tiempo.

Hace un par de semanas partimos con la misma rutina de siempre, pero no nos dimos cuenta que en ese mismísimo momento una espesa nube negra se estaba instalando sobre nuestras cabezas.

Por primera vez en muchas semanas decidimos almorzar en la casa. Había comida hecha y Cristóbal estaba durmiendo siesta, así que igual había que esperar que se despertara. Tipo dos de la tarde estábamos listos. La idea era ir a Seúl y hacer un paseo en catamarán por el río Han, que cruza toda la ciudad, y que al anochecer ofrece un panorama de verdad muy lindo. Suena regio, pero no contábamos con la cantidad de errores y ‘malas cuevas’ que nos esperaban.

Tomamos un taxi y llegamos a la estación de Suwon. Primero que todo nos equivocamos al comprar los tickets del tren. Compramos ida hasta Seúl cuando necesitábamos bajarnos antes, en una estación que está más cerca del destino final al que íbamos. FAIL, pero filo…no era tan importante. Al bajarnos tomamos otro taxi para que nos llevara hasta el lugar donde se toma el barquito. Hay que tener en cuenta que ya está haciendo un frío tremendo acá, entonces cada subida o bajada del medio de transporte que sea significa ponerse o sacarse chaquetas, gorros, poner o sacar el forro del coche –con el plastiquito puesto no se puede guardar para meterlo a la maleta del auto-, etc., entonces no es una cosa muy agradable. Bueno, llegamos y fail número dos: el catamarán estaba partiendo…ahí, ante nuestros ojos. ¡Qué mala suerte! Si hubiéramos llegado dos minutos antes estaríamos arriba, pero ya, jodimos no más.

Eso significaba que íbamos a tener que esperar una hora y media para la salida del siguiente barco. Uffff. ¿Qué hacemos mientras tanto? Decidimos ir a un sector de Seúl muy conocido donde se ubican todas las tiendas caras. Gucci, Louis Vuitton, etc., pero no sólo tienditas, son edificios enteros de cada marca, enormes y con cosas con precios que ni siquiera puedo traspasar a pesos. Regio, pensé, vamos a shoppiniar y después al paseo. Wrong!

Compramos los tickets para asegurarnos de no volver y que la cuestión estuviera full vendida (lo que ya nos había pasado una vez) y nos volvimos a poner a la espera para un taxi. Transcurrieron cinco y después diez minutos y nada. Damn! Cristián me dijo que cruzáramos, porque al frente ya habían pasado dos autos desocupados. Al otro lado de la calle no tuvimos mucha más suerte. Obviamente apenas estábamos instalados vimos que justo en la esquina donde habíamos estado nosotros hasta hace un minuto había un radiante taxi desocupado, siendo ocupado por algún suertudo que acababa de llegar. ¡Maldición! Seguimos congelándonos un rato más hasta que tuvimos que volver a cruzar, porque definitivamente ahora todos los autos estaban andando por al frente. Uffff. OK, por fin nos logramos subir a un taxi y estábamos camino a esta zona de compras.

La verdad no teníamos muy claro donde quedaba el lugar mismo, pero no creímos que importara. Wrong again! Estuvimos nada más y nada menos que UNA HORA EN EL AUTO, metidos en una autopista, en el medio de un taco del infierno que no nos permitía bajarnos ni darnos la vuelta. ¿Resultado? No pudimos volver hasta el lugar del catamarán a tiempo, así que perdimos los tickets…y la luz de día. Intentamos llamar al número que aparecía en los boletos para preguntar si podíamos cambiar la fecha o algo, pero obviamente nadie nos contestó. A esa altura ya estaba de noche, con un frío del terror y Cristián con un ánimo que daban ganas de meterlo en una bolsita y tirarlo al río. Yo, contra todo pronóstico, me lo tomé con humor y no le di importancia. Que adulta ¿cierto?...pues no me duraría mucho.

Después de caminar un rato, ver carteras y joyas que valen más que mi auto y cosas así, llegamos a unas callecitas chicas con cosas más normales. Cristián se compró zapatos y mágicamente su ánimo volvió.  Ya eran cerca de las ocho de la noche y mi retoño tenía que comer, así que comenzamos a buscar restaurants occidentales por ahí. Nos imaginamos que debía haber varios, porque es una zona bien turística. En la mitad de la avenida –que era enorme- teníamos que decidir hacia dónde caminar. ¿Derecha o izquierda? Izquierda. Caminamos lo que parecieron siglos en estado de congelamiento y nada. Miles de lugares para comer, pero todos asiáticos y ya me tenían aburrida las verduritas con arroz. Además, Cristián había anunciado desde tempranito que él TENÍA que comer carne.

Ahí todo mi ánimo y buen humor anterior se empezó a desvanecer y comenzó a aflorar lo peor de mí. ¿Yo con frío, cansada y hambre?...ah no…mejor corra y escóndase.

Con cara de bottom empecé a presionar a Cristián para que “hiciéramos algo”, no sé qué esperaba, pero cuando estoy así siempre lo empujo a que solucione la cuestión, como sea (pobre), así que tomó una decisión. “Vámonos de acá, subámonos a un taxi y que nos lleve al tiro a Gangnam. Ahí sí que hay de todo y tenemos que llegar allá igual”. ¡TODA LA RAZÓN! Con razón me casé con este hombre, pensé.

Gangnam es un área muy taquilla de Seúl, donde se junta gente joven, que está llena de restaurants, cafés y tiendas…y justo es donde tenemos que tomar el bus para volver a Suwon. Habíamos decidido no tomar el tren esta vez para no tener que ir nuevamente a la estación. Estupendo…partimos.

Apenas nos subimos al taxi –luego de sacarnos las chaquetas y envoltorios varios por enésima vez en el día- Cristóbal empezó a pedir los “yams” (comida) y eso es una de las cosas que más nerviosa me pone. Mi hijo es cero hambriento, asique cuando pide comer es que de verdad está con la guata pegada a la espalda. Habíamos avanzado dos cuadras en el auto y vimos, uno al lado del otro, un Friday’s y un Bennigan’s. ¡Justo lo que andábamos buscando!...ahí nos dimos cuenta que antes habíamos caminado para el lado equivocado. Bueno, daba lo mismo, total ya estábamos en el taxi e íbamos a estar al frente de un bistoco in no time.

Llegamos a Gangnam y nuevamente emprendimos la caminata en búsqueda de comida. Caminamos harto rato por un lado de la avenida y nada. Todo lo que veíamos era oriental o pollo frito…algo que no le iba a dar a mi hijo como cena. Seguimos caminando y yo, ya con el nivel de tolerancia en menos mil, le pedí a Cristián que se olvidara de su carne y que comiéramos cualquier cuestión no más. Él, como es, dijo que nica, y que era “obvio” que íbamos a encontrar algo por ahí. Cruzamos la calle y empezamos a buscar por el otro lado. ¡NADA! No se veía nada decente. ¡Malditos pinchos cabrones! A la distancia Cristián juró que vio un cartel que decía “Brazil” o algo así…cruzamos NUEVAMENTE y empezamos a caminar hasta allá. ¡Ehhh! ¡Era cierto! Había un restaurant brasileño que estaba en el subterráneo de un edificio. La cuestión no tenía ascensor, así que tuvimos que bajar al Toti en el coche entre los dos, por la escalera. No importa, todo sea por por fin instalarnos. Me llamó la atención que nadie pareció pescarnos al entrar, y eso que acá son ultra buenos para “atender”, pero había una razón: ¡estaban cerrando! &%#//&#$#&t/!!!! Vuelta a acarrear el coche con Su Majestad a bordo, quien a todo esto seguía cada veinte segundos “mami, yams; mami, yams; mamiii, yams!!”. Ayyyyy!!! ¿Era sábado a las 9.20 de la noche y ya estaban cerrando??!!...para que vean lo “prendidos” que son acá…

Un par de cuadras más y llegamos a Ashley, un restaurant buffet occidental. ¡Matanga! Corrimos de felicidad, pero la tipa de la entrada nos frenó en seco, advirtiéndonos que eran las 9:30 y que el salad bar cerraba a las 10:00pm. ¡Nos da lo mismo! Con el hambre y lo chato que estábamos arrasaríamos con todo en cinco minutos, con suerte.

Nos instalamos y empezó el baile de platos. Ensaladas, camarones, pastas y choclos para el Toti (es como tonto para el choclo) ¡Que alegría! Cuando ya estábamos listos para los postres nos dimos cuenta que la niña se refería a que todo el buffet se cerraba a las diez. Eran las 10:01 y ya no había señas de que alguna vez hubo comida. Sacaron absolutamente todo y ni siquiera alcanzamos a tomarnos un café. Malditos puntuales de porquería.

Al final nos fuimos a instalar al paradero del bus para, de una vez, irnos a la casa…o al menos nos paramos en lo que creímos era el paradero. Por supuesto, y para seguir con la tónica de nuestro día, al momento de llegar a la esquina donde paran los buses JUSTO pasó el nuestro. Ufff. Ok, ya pasará el próximo. Como las avenidas son anchísimas y hay muchos recorridos que pasan por ahí hay paraderos en la vereda y en la berma del medio. Al llegar vimos pasar nuestro bus por el lado de la vereda. Le dije a Cristián, pero él insistió en que había que ponernos en la berma. Según él ahí es donde lo había tomado la última vez. OK…le creeré. “¿Estás seguro?” – “síiii, te digo que aquí lo tomé la semana pasada”, - “bueno, pero acabamos de ver que pasó por el otro lado”, - “pucha que eres porfiadaaaa, ¿quién es la perdía acá?” – (ahí me jode, porque claramente la que no tiene idea dónde está parada el 95% de las veces soy yo), pero igual repliqué: “¿entonces se supone que el bus cambió el recorrido?...porque ahora paró en el otro lado”, - “hazme caso, por favor…es por acá”. Ahí nos quedamos. Cristóbal estaba full energético, así que me puse a jugar con él, tapados como oso, tratando de entretenerlo cosa que no se tentara con tirarse a la calle. Mientras tanto Cristián haciéndose el “no inseguro” revisaba en el teléfono los recorridos de los buses y el cartel del paradero. En fin, pasó más de media hora y nada…hasta que…¡PASÓ EL BUS POR EL LADO QUE YO DECÍA! ¡Ayyyy! ¡¿Quién me pasa un hacha, por favor?! Nos corrimos y obvio ya estaba formadita la fila que esperaba la siguiente micro que necesitábamos…o sea, teníamos para quizás cuánto rato más, porque estos son buses que se van de corrido a Suwon, no paran, y es un trayecto de cerca de una hora, así que nadie se quiere ir parado. Y aunque quisiéramos nosotros no podemos por Cristóbal y porque andamos con coche.

No sé cómo la paz se apoderó de mí y no hice ni dije nada…me tragué el “TE LO DIJEEE!” porque la cara de amargura de mi marido me mostró que ya estaba teniendo suficiente castigo. Como la fila famosa era de una cuadra, aproximadamente, calculé que en unos tres buses más recién podríamos irnos sentados. ¿Qué hago mientras? Me salí de la fila, dejando a Cristián con el coche ahí, mientras yo jugaba en una escalerita con Cristóbal. Él, lindo, estaba chocho subiendo y bajando peldaños, saludando a los transeúntes hasta que…puaf! Guaaaaa!!!! Se sacó la cresta y media, cayendo de boca en la vereda. Lo recogí y empecé a consolar cuando me di cuenta que estaba sangrando como loco. ¡Horror! Según yo que se había volado un diente porque la sangre era tanta que no se la podía tragar, la escupía. Puaj!. Muerta de nervio recogí a Toti, bolsas, cartera, etc., y empecé a caminar con el niño sangrante en búsqueda del papá. Un poco más allá, en la fila, estaba Cristián. Vio a Cristóbal lleno de sangre y me dice: “mala cueva…nos vamos en taxi”.

Cinco taxis en total, treinta lucas en tickets botadas a la basura, dos horas arriba de un taxi y al menos otras dos de espera fue el balance del día. Cerca de las 11:30 de la noche llegamos a la casa, sintiéndonos derrotados por el destino y la mala suerte, pero aliviados de que al menos todos los dientes del Toti seguían ahí…

viernes, 4 de noviembre de 2011

Porque no todo es miel sobre ojuelas

Desde que llegué le he encontrado miles de cosas buenas a Corea. Estoy contenta de estar acá y de poder vivir esta experiencia, pero…¡pucha que son raros estos gallos a veces!

Hace unos días mi lindo marido cumplió 32 años. Para celebrar nos regalamos unos días en un resort de invierno que queda a un par de horas de Suwon. Es un lugar muy chori, que tiene convenio con Samsung así que, además, es barato para nosotros.

Cristóbal había pasado los últimos días súper enfermo, por lo que dudamos un poco si ir o no, pero al final decidimos partir no más. Total, si iba a estar afiebrado lo íbamos a pasar mal donde estuviéramos y la reserva ya estaba confirmada.

Cristián arrendó un auto y luego de unas explicaciones acerca de cómo usar el navegador, estábamos on our way. La maquinita esta es es-pec-ta-cu-lar. Le programas la dirección a la que vas y te hace un mapa con indicaciones de cómo llegar. Pero no es sólo una flecha ordinaria moviéndose, no, la cosa te habla y te avisa de precauciones en el camino –careful with falling rock- por ejemplo, los límites de velocidad, te dice que viene un peaje y cuánto es el monto a pagar, entre otras cosas. ¡Maravilloso!

Con esto no nos costó nada llegar, y eso que las carreteras acá son enfermas de enredadas, atiborradas de carteles que obviamente no entendemos. ¡Con razón absolutamente TODO el mundo tiene uno en el auto acá!

Llevábamos una media hora de camino, Cristóbal dormía atrás, y ya habíamos alabado el invento este durante largos minutos. Luego, un momento de silencio y…”¡maldita máquina!”. Pucha, es demasiado útil, pero ¡aburre! Se trata de un parloteo constante que dice “En 700 metros el límite de velocidad es de 100 kilómetros por hora”, perfecto, pero a los veinte segundos…”En 400 metros el límite de velocidad es de 100 kilómetros por hora”, para luego: “En instantes el límite de velocidad es de 100 kilómetros por hora” y todo esto acompañado de un incesante pito de alarma y la pantalla iluminándose y apagándose al ritmo del mismo. El show dura hasta que bajes la velocidad. Después te advierte que el camino tiene curvas, que hay peligro de rocas cayendo, que una próxima curva es pronunciada, que vienen lomos de toro, etc. y cuando no tiene nada que advertirte te dice: “Maneje con precaución”. Uffff!!!

Obviamente cero posibilidad de ir cantando en el auto, comentando el paisaje o cosas así. Tienes que ir mega atento a que, entre tanta cháchara, no se te pase justo el comentario útil que te avisa que hay que tomar una salida de la autopista.

Bueno, tras un par de horas de tortura habíamos llegado. El lugar era enorme, con hotel,  condominios, restaurants, un parque acuático enorme y miles de cosas más. Nosotros nos íbamos a quedar en uno de los condominios porque el hotel no tenía reservas –“maldición, tendré que seguir haciendo camas”, pensé-, pero bueno…peor es mascar lauchas.
Phoenix Park. Acá van a ser los JJOO de invierno en 2018

El departamentito era lindo, chiquitito, pero “monono” como se dice por ahí. Dos piezas, pero sólo una con camas gemelas (cueck) y cuatro colchonetitas coreanas con sus respectivos plumones por si alguien quisiera dormir en el suelo. -“Partiste, Cristóbal”.

Corea 1 – Pía 0

El niñito este seguía pata de laucha, así que la primera noche fue del terror. Llegamos, comimos y de vuelta a la pieza. Mientras buscábamos dónde comer me di cuenta de otra cosa: los empleados del lugar no le pegan al ‘inglich’. Estuvimos harto rato tratando que nos dijeran qué restaurants había en el complejo y qué estilo eran, pero no hubo caso. Terminamos yendo al hotel, pero no tenía ni un brillo.

Me extraña mucho que en un lugar que obviamente es turístico no contraten a alguien que hable inglés, o no tengan panfletos con la información obvia necesaria al menos…

Corea 2 – Pía 0

El Toti había dormido harto en el auto, así que no hubo caso que se durmiera temprano y, para rematar, se estaba volando en fiebre de nuevo. Más de 40 grados había sido la tónica los últimos tres días, así que mi aguante a esa altura era nulo. Le enchufé el remedio mágico y se empezó a recuperar.

Cuando finalmente cayó en los brazos de Morfeo era casi la una de la mañana y yo, hecha leña, partí a acostarme. Deseosa de caer en coma profundo (#planta) llego a la pieza y Cristián me dice con cara de ass: “prepárate, las camas son una tortura”. NOOOOO!! ¡Mi peor pesadilla hecha realidad! Inocente yo, creí que eso iba a ser lo peor de mi noche…

Tratando de hacer el menor ruido posible empezamos a sacar colchonetitas del closet para ponerlas arriba del “colchón”. Yo figuraba odiando a todo el mundo, especialmente al lado asiático, por su afán de dormir al estilo “pagando mandas”. ¿Quién cresta puede descansar así? ¿Esta gente del hotel no se da cuenta que acá vienen turistas con espaldas de humano que no aguantan ese nivel de incomodidad? Valor, Lord.


Pero la verdadera guinda de la torta llegó un par de horas después –literalmente DOS horas después- cuando Cristóbal se despertó llorando. Seguía sintiéndose mal, así que lo pasé para mi cama (de una plaza by the way). Incómoda a más no poder, con un niñito hirviendo y lloroso al lado mío, traté de seguir durmiendo. Estaba casi casi cuando…¡PAF! ¡Cristóbal se cayó de la cama! Llanterío de locos y Cristián retándome por “cómo se me había caído”. Grrr. Al final me fui a la cama/suelo con el nene para evitar nuevos accidentes. Mala idea. Si bien no se cayó más (obviamente) me pateó como quiso y cada quince minutos más o menos se pegaba una llorada grande. Hasta Cristián estaba histérico – y eso que él casi nunca lo “siente” (¬¬). En fin…la cosa es que no dormí nada.

Al otro día todas mis esperanzas estaban puestas en lo que LEJOS más me gusta de salir de paseo: ¡los desayunos de hotel! Llegamos al buffet y…¡desilusión! La cuestión era desayuno coreano, con muy pocas cosas de nuestro estilo. Sí había kilos de arroz, sopas, dumplings, algas con soya, etc. ¡Pucha la cuestión! Un par de miserables tostadas con huevo revuelto y una media luna fue lo que conseguí.

Corea 3 – Pía 0

Como mi retoño seguía debilucho estuvo todo el día “palito con caca”. O sea, no había por dónde agarrarlo. ¡Pesado el cabrito! Y más encima Cristián fatalista diciéndome que le había vuelto la ‘maña’ que me tuvo al borde del suicidio hace un par de meses.
Una muestra de su llanto

Al final nos instalamos traje de baño ya partimos al parque acuático in door del lugar. Era exquisito, pero todo fue un show. Cristóbal lloraba porque no se quería sacar la ropa, después lloraba porque no quería meterse al agua y después lloraba porque no quería salirse. Ufffffffff. Paciencia, ¡ven a mí!

Feliz me hubiera quedado mucho más rato, pero de verdad era medio imposible con Cristóbal tan pesote, asique nos fuimos más o menos luego. Cristián, por su lado, con la cara larga porque ese era el día de su cumpleaños y no se lo estábamos respetando…

En la noche salimos a mirar más restaurantes, pero no hubo caso. Todo es coreano. De verdad que no entiendo cómo es que sólo comen su comida. ¿En Chile hay puros restaurants con empanadas y pasteles de choclo? ¡No poh!, pero acá sí. Todo es comida típica de ellos y está siempre lleno. El único occidental era el del hotel al que habíamos ido el día anterior y que era más fome que chupar un clavo. Las otras opciones eran pizza (sólo para llevar) y pollo en salsa BBQ. Todo “asiaticado”, obviamente, así que mega picante. El pollo era incomible, de hecho.

Desde la casa llevamos una torta para cantarle a Cristián y cuando estábamos preparando todo, sorpresa nuevamente: en la cocina no hay cuchillos ni tenedores. Sólo palitos chinos y cucharas.

Corea 4 – Pía 0

Los 32!


En la mañana decidimos no ir al desayuno de abajo. Para qué si total teníamos cocina con varias cosas bastantes más ricas que las de ellos. Habíamos planeado ir de paseo a unas playas cercanas, así que había que levantarse luego. El Toti POR FIN estaba bien.

Entré rauda a la ducha –el día anterior nos habíamos bañado en el mismo parque acuático- y oh, nuevamente sorpresa: hay sólo toallas de mano. Llamé a la recepción y al parecer algo me entendieron porque enviaron a alguien al tiro. Lamentablemente venía con las mismas mini toallitas de mano que ya teníamos. Los coreanos no usan toallas grandes, pero again mi furia se gatilla porque ¡¿cómo no piensan en los turistas?!
Corea 5 – Pía 0


Ese día de paseo fue exquisito. El clima estuvo increíble, Cristóbal feliz, todo bien. Como era día de semana la playa estaba desierta, enterita para nosotros, todo un lujo en Corea. Encontramos un restaurant italiano para almorzar. Cristián pidió rissotto y yo lasaña. Desde que llegamos, cada vez que pedimos pasta lo único que ofrecen es tallarines. No se ven ñoquis ni raviolis por ninguna parte y acá por fin había algo distinto. Llegó la lasaña y, obvio, la habían echado a perder. Calculo que le pusieron medio kilo de pimienta más o menos porque era intragable, cero sabor a lasaña. ¡Grrrr! ¡Qué rabia! ¡Coreanos desgraciados con su paladar y sus espaldas extrañas!

Corea 6 – Pía 0
Mi ninja

Al otro día ya era hora de irse. Guardamos todo y nos fuimos nuevamente de paseo…había que aprovechar el auto. Usando la maquinita navegadora llegamos a un lugar que por fuera no parecía tener ni un brillo, pero que terminó siendo bello. Una isla artificial de cinco kilómetros de diámetro en medio de un lago precioso, llena de árboles y animalitos. Lindo, lindo. Había miles de cosas que hacer para los niños, miles, y los paisajes y vistas eran maravillosas. Lo pasamos súper y volvimos a la casa con una sensación muy rica. Todo lo malo que pasamos se borró ese día.


Ya en la casa me puse a desarmar la maleta y ¡oh, sorpresa! Ahí estaban las dos toallas de mano que me “traje sin querer” del resort. No iba a dejar que me dieran la paliza así como así…

Corea 6 – Pía 1 J